CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 1 de noviembre de 2011

Concurso Patronato del Alcázar. PINTORESCO ALCÁZAR

CRÍTICA DE ARTE Pintoresco Alcázar Primer Premio de Pintura “Patronato del Alcázar”. Patio de la Diputación Provincial. Segovia. JESÚS MAZARIEGOS Proponer, desde el Patronato del Alcázar, un premio de pintura cuyo tema obligado sea el propia imagen del Alcázar, indica una cierta introversión, justificada, en todo caso, por la singularidad del edificio. El viajero que llega por primera vez a Segovia, por la carretera de Zamarramala, se afana en buscar un alcázar descollante y elevado, como el de las postales, sin lograr descubrir el edificio en el perfil de la ciudad. Al llegar al pueblo de las alcaldesas descubre por fin el famoso castillo, no sin cierta desilusión, y se pregunta si no se habrá hundido en la tierra un momento antes. Alcázar real sólo hay uno, aunque a veces no se ajuste al alcázar mental que cada uno tiene en su cabeza. El Alcázar de Segovia es también, quizás ante todo, una imagen. Está fuera de dudas que el Alcázar de Segovia es un edificio pintoresco en el sentido literal de la palabra: digno de ser pintado. No obstante, la propuesta temática obliga a la existencia del motivo reconocible e identificable y, de algún modo, excluye determinadas maneras de pintar. En compensación, facilita enormemente no sólo la tarea del jurado sino el juego de la comparación, al poder comparar obras de un mismo tema y centrarse más en las diferencias que son independientes del motivo. Al mismo tiempo se pone en evidencia que las posibilidades de la pintura son infinitas y que existen infinitos alcázares posibles. La exposición sugiere la existencia de tres grupos de obras: dos de ellos de una gran homogeneidad interna, y un tercero más variado e irregular. Al primer grupo pertenecen obras que, tal vez condicionadas por el motivo, han adoptado una manera común de resolver el cuadro en sus aspectos generales: dos cuerpos, de los que el inferior está tratado de modo informalista y con gruesas texturas. A este grupo pertenece el cuadro vencedor del certamen, obra Pablo Caballero. Como casi todos los del grupo, posee un cierto abigarramiento, fruto de la insistencia, que se hubiera aliviado prescindiendo de ese inexplicable estarcido ocre. Otras versiones del grupo, dentro de la dualidad Alcázar arriba/texturas abajo, oscilan entre en la vespertina luz de Shin Maruyama, los desiguales resultados de Concepción de Frutos, y el expresionismo algo indeciso de Victoria Yubero. El segundo grupo está formado por obras coloristas de pincelada suelta y fragmenta-ria, en una línea que podríamos llamar deutero-post-impresionista. Destaca la amplia factura y la franca resolución de José Orcajo, el contenido cromatismo de Antonio Hernán-dez (tercer premio) y los amplios planos desigualmente definidos de Lucía Huerta (segundo premio). Ya que hay que seleccionar las menciones, la merecen las muy distintas pero personales propuestas de Jorge Tabanera y Mercedes Borrego y, muy especialmente, un cuadro que destaca a base de sabiduría y economía de elementos. Me refiero al ingrávido y algo fantasmal Alcázar de Iván Montero, asentado sobre la soltura, la planitud y la ligereza. Es, sin duda, la obra que de un modo más claro utiliza un lenguaje personal al que podría colocarse con más tranquilidad la etiqueta de “contemporáneo”. Encuentro en esta obra dos valores positivos que son la economía de medios y el saber levantar la mano a tiempo, valores que escasean en gran parte del resto de la muestra.

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