CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pintores pensionados. EL JARDÍN DE EPICURO

Crítica de arte El jardín de Epicuro Pintores Pensionados del Curso de Paisaje del Palacio de Quintanar. La Alhóndiga. Hasta el 30 de Agosto. (Exposición paralela en el Palacio de Quintanar, entrada 'Residencia de Estudiantes'). Jesús Mazariegos Al escribir la crítica de la exposición de los pintores pensionados del Palacio de Quintanar, suelo acordarme de Diderot y sus 'Salones' por aquello de manejar muchos nombres. Y ya que menciono al primer crítico de arte, no está de más recordar su defensa de la subjetividad, a lo que Baudelaire añade que la crítica tiene que ser parcial y apasionada con un punto de vista exclusivo pero que abra el máximo de horizontes. En aquellos salones que hicieron posible el nacimiento del público artístico, la pared se llenaba de cuadros, habiendo algunos tan altos que pasaban desapercibidos. No es el caso de nuestros pensionados, cuyos cuadros cuelgan en los nobles muros de La Alhóndiga con orden y dignidad. Por eso, aunque sean 28 artistas, quiero decir algo de todos y de cada uno. Me pregunto qué criterio de clasificación adoptar para que este escrito no se convierta en un rosario de nombres. Puesto que curso y exposición tienen el paisaje como referencia, se me ocurre partir de los dos grupos temáticos, el campestre y urbano, siempre basándonos en las obras expuestas en la Alhóndiga. De los 28 pensionados, 19 cultivan el paisaje urbano y 9 el campestre. En este segundo grupo, podrían ordenarse por filiación o por líneas de influencia, en los casos en los que se percibe con claridad, lo cual no suele hacer mucha gracia a los pintores porque piensan que se atenta contra su originalidad pero, al fin y al cabo, están en época de tener padre y madre. Así, veo un horizonte fauvista, vía Derain, en la obra de Isabel Martínez, que lo solidifica y lo somete a una disciplina casi constructiva, mientras que Adela Camacho simplifica y geometriza al presunto Derain y pone bordes a las formas, haciéndolas más lisas y planas. Sofía Campillo y Carlos Manuel Ramos hace un paisaje entre romántico y expresionista, la primera con cierta agitación y misterio y el segundo con eficaces pinceladas independientes en 'A los pies del Alcázar' y un exceso de insistencia y empaste en su catedral nocturna. Miguel Ángel Salgado se acerca al realismo mágico, tanto en 'Segovia ante el crepúsculo', con un cielo que se come al paisaje, como el 'La turista despistada', que tiene su gracia. Estela López y Alejandro Casanova hacen un paisaje con numerosos precedentes pero sin ninguna filiación clara y con zonas abstraizantes; el de ella arbolado e insistido, muy pictórico; el de él de campo abierto y con grandes planos barridos, sin ningún exceso. En este grupo, a pesar de ser el menos numeroso están las dos primeras medallas. Alvar Gallardo (plata) encierra mucha intención e ironía; lo suyo es una metapintura en la que se pinta a sí mismo con fuertes recuerdos de Edouard Manet, muy bien administrados. Víctor Alba (oro) ha hecho un tríptico de gran formato, valiente y ambicioso, y aunque recuerda intensamente algunas obras del pintor alemán Anselm Kieffer, es un cuadro original y verdaderamente potente. El grupo del paisaje urbano, podemos dividirlo entre los que pintan la ciudad y los que pintan jardines, que vienen a ser como la naturaleza ordenada o urbanizada. (Ahí está el título de este escrito para que cada cual lo interprete a su gusto.) El paisaje urbano en sentido estricto, el de edificios, está representado por Marta Aguirre, que hace una pintura muy sutil, con un pie en la abstracción y que recuerda a Manuel H. Mompó. Zaira Barcia inventa una Segovia fantástica, con casas como de cuento, con colores suaves y transparentes. Gema Batanero utiliza colores libres, en plan fauve, pero mucho más ácidos y aplicados con una energía expresionista. Silvia Caixeiro hace calles en fuga, sin sombras y con colores muy claros y planos. Adrián Cortadi pinta fachadas como alzados con una pintura plana pero muy franca, sobre la que aplica trazos de grafito. Sugiere una cierta cercanía con el naïf. Ana Díaz tiene un aire pop por la repetición de motivos y por las tintas planas que recuerdan la ilustración. Daniel Franca pinta arquitecturas en grandes planos, utilizando astutamente los recursos. Celia Guillén, aunque hace figuración, en algunas zonas del cuadro hay como remotas citas de Ràfols. Lilian Hinojo pinta muros viejos a base de superposiciones, utilizando demasiado la espátula. Jaime Picazo hace una pintura muy auténtica aunque algo convencional. José Sánchez plantea una visión conscientemente descoyuntada de la Plaza Mayor, con un vacío casi metafísico. Xenia Tsalimi pinta muros de edificios y ventanas con un gran poder de síntesis y un aliento poético. Clemente Martínez dentro de la ciudad, fija su atención en las estatuas, a las que trata con frialdad académica y las aísla del entorno. Y veamos, por último, a los pintores de jardines, parques y patios. Rayco Márquez recoge los contrastes de luz y sombra y trata brillantemente la geometría de la arquitectura evitando las líneas rectas y consiguiendo una blandura fría y silenciosa, tipo Hopper, vía Gonzalo Sicre. Rocío Motellón y Estefanía Pantoja se mueven bien entre los setos y el sol y sombra, aquélla animándolos con personales toques de luz y ésta más en la tradición de Mir y el jardín catalán. José Carlos Naranjo ha evocado los patios de su Sevilla a partir de las escasas plantas y de las paredes sin cal ni azulejos de lacería del patio segoviano, tratado, eso sí con la vaporosidad de Carmen Laffón. Para terminar, dos pintores temáticamente ambiguos. Alba Dalmau, que expone un parque con pilón y un paisaje de campo con la zona inferior abstracta, ambos apacibles, mientras que en el catálogo aparece un originalísimo paisaje urbano expresionista y con visos de catástrofe. Y termino con Carles Bartolomé, que quedó a un paso de la medalla y que presenta un cuadro magistral de los Jardines de San Agustín y una panorámica que va desde San Lorenzo a San Justo, con La Lastrilla al fondo, incluyendo lo urbano, la naturaleza y las obras suburbanas de Padre Claret, ejecutado a base de pequeñas superficies de color plano, con excelentes resultados. Mucha suerte para ellos y ellas.

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