CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

domingo, 6 de noviembre de 2011

Fran Orcajo. LA OTRA CIUDAD

Crítica de arte La otra ciudad Fran Orcajo. Pintura. Galería Montón de trigo, montón de paja. Segovia. Hasta el 7 de enero de 2007. Jesús Mazariegos De San Agustín es el mito de las dos ciudades, con paralelismos plátónicos entre la caverna y este jodido mundo, por un lado, y el mundo de las ideas y la ciudad celeste por otro, mito que ha servido para consagrar el ‘status quo’ de la sociedad y que no se mueva nadie. Tomás Moro, Tomasso Campanella y Giordano Bruno también idearon ciudades ideales; Filarete diseñó una llamada Sforzinda e incluso se llegó a construir la llamada Palmanova, en Italia, además de todas las nuevas ciudades americanas. Las ciudades de los libros y de los grabados se suponían perfectas, mientras que las reales se debatían entre su origen ideal y su devenir cotidiano, sus transeúntes vociferantes, su lucha por la vida y sus residuos urbanos. La ciudad que pinta Fran Orcajo (Segovia, 1975) tiene algo de ciudad ideal, ordenada y silenciosa, despojada de adherencias y de multitudes, pero transitada por coches que son como signos de vida artificial, habitáculos metálicos que esconden personas anónimas e invisibles, errantes por esa ciudad situada entre la idea y la existencia. La percepción y asimilación de la ciudad no se consigue viendo venir los días y caer las ollas, abundando en lo obvio, sino siendo capaz de percibir lo que se esconde detrás de lo visible, sintiendo lo que respira detrás de los muros y de los parabrisas. Ese don suele ser dado a los poetas y a los artistas. Fran Orcajo tiene el don de dotar a sus paisajes urbanos de una trascendencia que va más allá de la mera representación. Sus edificios muestran su apariencia cotidiana pero en medio de un silencio que da lugar a una nueva ciudad, ciudad pictórica, utópica e imposible pero absolutamente verdadera en el mundo de las ciudades imaginadas. Con frecuencia me pregunto cuál es la verdadera ciudad, si la voluble y contingente de cada día, que es la que normalmente consideramos real, o la arquetípica e inmutable de los cuadros. Hay en la pintura de Fran Orcajo una ausencia de exhibicionismo técnico que hace su pintura más sobria, contenida y creíble. La ciudad solitaria nos trae en recuerdo de Edward Hopper, de quien Fran no toma ni un solo elemento o recurso concreto, pero cuyo espíritu acecha desde las lunas de las cafeterías y desde las tiendas de las gasolineras. Exposición de pequeños formatos, breve, relajada e intensa; exposición que nos muestra una Segovia que ya conocíamos pero, esta vez, en estado de gracia.

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