CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 1 de noviembre de 2011

Alicia Santamaría. LA AVENTURA SUBCUTÁNEA DE ALICIA

CRÍTICA DE ARTE La aventura subcutánea de Alicia Pintura. Alicia Santamaría. Centro Social Caja Segovia. Segovia. Hasta el 11 de enero. JESÚS MAZARIEGOS Es verdaderamente gratificante ver cómo una artista es capaz de jugar con su propio nombre y perderse en el laberinto de su legendario personaje homónimo. Alicia ha descendido por la profunda gruta, ha caído en el charco de lágrimas del ratón francés y, en la casa de W. Conejo, ha bebido del frasquito que estaba junto al espejo diciéndose para sí: “Sé que me va a pasar algo interesante”. Y así ha sido. Como el mago Mandrake, Alicia ha pasado al otro lado del espejo y ha descubierto lo que se esconde a los ojos de quienes se conforman con la visión de la prosaica realidad. Pero la Alicia artista, aun siendo mágica, no es exactamente la misma que llegó al jardín de la Reina de Corazones en el cuento de Lewis Carroll. Alicia Santamaría ha traspasado el lienzo con su hilo de plata, ha descubierto el misterio de los signos escritos y ha penetrado en la piel del ser humano hasta descubrir las glándulas cuya secreción es la causante de que podamos llegar a creer que estamos enamorados. Esta exposición, que, a pesar de su indudable calidad no está colgada en el mejor de los lugares posibles, tiene el encanto de ser portadora de un verdadero programa iconológico de los que hay que descifrar, y al que, de alguna forma, se incorpora la propia artista; tiene el interés de mostrar técnicas novedosas y variadas, y tiene el valor de combinar lo uno y las otras con una mesura poco frecuente, sin caer jamás en el exceso. PAdministra con acierto la reutilización de imágenes y textos reproducidos mecánicamente, introduciendo un factor de compleja reflexión sobre la naturaleza del signo y de la imagen y sobre el sentido de la representación. En esta exposición no se representa la realidad sino que se presentan reproducciones de representaciones pertenecientes a otras épocas, después de rastrear por la historia del arte en lugar de hacerlo, por ejemplo, por el mundo de lo real. A partir de imágenes procedentes de Gustav Klimt y del manierismo nórdico, teje una serie presidida por el principio femenino de Judith, de Salomé, de las parcas y de Eva-Lilith. La mujer como elemento creativo y como vencedora del dominio masculino y, en este caso, del predominio masculino también en el mundo del arte. Surge el actualizado e inevitable recuerdo de aquella temprana feminista y pintora que fue Artemisia Gentileschi. A pesar de ser esta serie la primera en el orden natural de la visita, cronológicamente es la última, pintada en 1998. En la serie de 1997, colgada en la pared opuesta (los pasillos sólo tienen dos lados), a partir de dibujos anatómicos de Leonardo y de escritura en diversas grafías, introduce elementos personales como las pequeñas piezas de cerámica y, sobre todo, el simbólico hilo de plata, generador de cuidadísimas composiciones y elemento determinante para señalar el epicentro de cada imagen y marcar relaciones simbólicas entre los elementos que componen cada obra. Aquí el tema de fondo es también el principio femenino pero no ya el cortador de cabezas masculinas sino el generador de vida, el principio universal generador de vida que no parece precisar del concurso de lo masculino a juzgar por las repetidas alusiones al andrógino. El hecho de que la serie del año 97, la de factura más experimental, concluya de forma tajante para dar paso a otro lenguaje formal, indica que la artista no es de las que agotan hasta el límite las posibilidades de sus hallazgos sino de las que buscan nuevas posibilidades de expresión. En la serie del año 98 se utilizan recursos más convencionales, procedentes del informalismo, siendo la capa pictórica de acrílico blanco un integrador activo de las imágenes que constituyen el soporte primario de cada obra. Si, en principio, percibí el paso del programa antimasculino al simplemente femenino como algo tranquilizador, alertado de mi error a la vista de las fechas, quedo irremediablemente sumido en un cierto desasosiego.

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