CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

jueves, 3 de noviembre de 2011

Domiciano. OBJETO Y CONCEPTO

Objeto y concepto Montaje. Domiciano. La Casa del Siglo XV. Segovia. Hasta el 30 de junio. JESÚS MAZARIEGOS Domiciano Fernández Barrientos (León, 1952), tras una larga y reflexiva travesía del desierto, regresa a la escena artística con un montaje que es como una tardía presentación a la sociedad segoviana, como saludar y dar la mano, como entregar sin reservas su propio mundo a la ciudad que le permite crear. Domiciano ya hacía montajes cuando casi nadie sabía lo que significaba environ¬ment ni performance. Lo que ahora puede verse en La Casa del Siglo XV no es una convencional exposición colgada sino un conjunto de cien cuadros de idéntico formato numerados y alineados sobre estanterías como mercancías de supermer¬ca¬do. Listos para ser consumidos-poseídos. El arte de Domiciano siempre ha tenido una fuerte base conceptual de contenido complejo y de mensaje más bien críptico. El aspecto objetual de cada pieza y su presentación como mercancía proponen al espectador una reflexión sobre la condición mercantilista de la obra de arte en nuestra sociedad y su inclusión en la dinámica del consumo como cualquier otro producto. El espectador además puede complicarse tranquilamente la existencia contrastan¬do los conceptos de valor y precio al sopesar las ventajas de lo asequible y los inconvenientes de su escaso rendimiento como patía antidepresiva, como instrumento de autoflagelación o como distintivo social; puede estimar si lo que de verdad le impulsa a amar ese objeto artístico es su belleza, su misterio o una indefinida y fatal atracción; puede incluso atormentarse hasta el límite consideran¬do si lo que realmente desea es poseer íntimamen¬te ese objeto-fetiche, convertirlo en alimento de su propia vanidad o, simplemente, acabar con el deseo. En sus cien historias íntimas y universales Domiciano despliega las imágenes de los tiempos y de los territorios vividos y las convierte en emblemas de su propio viaje interior. El conjunto exhibe la inmediata belleza de lo visible mientras, bajo la materia, se siente la respiración del artista y se percibe el roce de su relación con la realidad. Como un humanista de finales del siglo XX, el pintor explora el misterio de los volcanes, descubre la geometría de la naturaleza y la organicidad de lo inerte, medita sobre la fuerza de los objetos y se asoma al insondable abismo de la infancia. Echando mano de las obsesiones más cristalizadas, uno puede descubrir la soledad en el barco desvelado, confundir el barco con la luna y la luna con la hoja, y la hoja con el ojo y el ojo con la boca, y la boca con los labios y perderse entre humedades congeladas por la geometría. En¬tre los extremos del cuadro-teorema y el cuadro-desahogo discurren cien pequeños universos en los que se combinan las líneas del geómetra y los símbolos del cabalista, y donde brillan las estrellas del hombre activo y se ciernen las nubes del vir contemplativus. Espectáculo único e inagotables incentivos para quienes deseen sumergirse en un espacio de modernidad, para quienes siempre han querido sentir cien emociones en un mismo acto, para quienes no se conforman con las cosas llamadas normales, para los amantes del arte de hoy.

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