CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pintores pensionados. LA VIGENCIA DEL PAISAJE

La vigencia del paisaje Jesús Mazariegos La historia del arte moderno tiene hitos decisivos como el urinario de Marcel Duchamp, las cajas de Jabón Brillo de Andy Warhol o la Mierda de Artista de Piero Manzoni, hitos todos ellos extrapictóricos. Si se hace referencia específica a la pintura, habría que citar a los impresionistas y postimpresionistas, a Picasso cuando pinta 'Las Señoritas de Aviñón' y cuando pone una rejilla de silla o un papel de periódico en una naturaleza muerta, a Malevich y su cuadrado blanco sobre fondo blanco, a Ives Klein cuando patenta su 'Azul Monócromo, y a los expresionistas abstractos americanos entre otros. En la exposición de los pintores pensionados del Palacio de Quintanar, existen referencias al Postimpresionismo, especialmente en su versión cezaniana y paisajística. Es un referente antiguo paro vigente, pues, del mismo modo que, a medida que nos hacemos mayores, recordamos más la infancia y nos sentimos más marcados por ella, en arte y en política, a medida que nos vamos separando del siglo XX, comprendemos mejor la decisiva importancia de las aportaciones decimonónicas. A partir de los resultados del Curso de Paisaje, que se presentan en la Alhóndiga trataré de buscar las conexiones con distintos movimientos de la historia de la pintura moderna, que sirvan para ordenar a los 23 pintores que integran el curso. Algunos se remontan más allá del postimpresionismo y conservan la óptica renacentista enriquecida de diversos modos. José Ávila aporta muy buenos efectos de luz cambiante, vespertina y dorada, o luz blanca de después de la tormenta. Nicolás Caballero, o es menos riguroso o quiere parecer ingenuo. Pilar Vela ha tenido la loable ambición de pretender lo mismo que Donato Bramante en el proyecto de San Pietro in Montorio con el patio redondo, quedándose, como él, en el intento. Los seguidores del Postimpresionismo, terreno abonado para el paisaje, serían José Castiella, con jardines y estanques umbríos que respiran la melancolía de Santiago Rusiñol; Anabel Juste, que sabe transmitir la sensualidad húmeda de la pintura; Mónica González, con una pincelada 'fauve', jugosa, luminosa y optimista; Noemí Poveda y sus pinares de atmósferas cezanianas bien logradas, y Cristina Ramos, cuyo fauvismo nocturno y urbano se acerca a su paralelo formal, el expresionismo nórdico-germánico Entre los ingenuos yo situaría los dos pintores africanos y espero que no sean los prejuicios los que e lleven a verlos como artistas que aún no ha perdido la inocencia. La obra de Hampaté Show, muy elaborada, me parece de una concepción pregiotesca, bizantina, y la de Pierre Nikiema con muy distintos registros que denotan un proceso de constante búsqueda. Los herederos del informalismo y de la primacía de la pintura como materia, serían Ismael Barroso, con una figuración poderosa y gestual; María Ruiz Reales, un volcán en erupción con un gran potencial de autenticidad; María Antonia Blanco, con una abstracción de referencias paisajísticas a escala cósmica; Juan Carlos Cartaxo (Medalla de Bronce), más templado y conceptual y con amplias posibilidades; Jesús Ruiz Bago, con vagas referencias a Joaquín Torres García, a Nicolás de Stäel y a Sean Scully, y con buenos resultados, como de tapiz; y Juan Diego González Izquierdo, concentrado hasta llegar a un geometrismo, que me ha recordado a Richard Diebenkorn. Los epígonos del Pop, como Jesús Díaz Menárguez y sus parques con personajes ociosos; como Cristóbal González Tabares, Hopper redivivo, con sus mágicas y solitarias gasolineras nocturnas; como José David Romero y sus paisajes urbanos perspectívicos y con tintas planas; como Javier Corzo, con una visión múltiple que incluye la zenital y una realidad un tanto poliédrica, y Miguel González Segovia, que aplica la pintura empastada de factura suelta a los temas urbanos cultivados por los fotorrealistas. La opción de Humberto Loureiro, de meter el Alcázar en un llavero, con la deformación de espejo convexo, tipo autorretrato de Parmigianino, por mucho aparato crítico y conceptual que llevara, no acabaría de convencerme. Y quedan los que he incluido en el apartado de posmodernos. Paulo Escobar no se limita a utilizar un recurso de Gerhard Richter, sino que lo convierte en una reflexión sobre las relaciones entre pintura y realidad. Juan Antonio Soria (Medalla de Plata), bajo la apariencia convencional y anecdótica de su obra, se descubre una fragmentación que reflexiona sobre los límites del paisaje y de la representación. Por último, Nekane Manrique, Medalla de Oro por unanimidad del Jurado, hace un paisaje de una admirable madurez y limpieza, donde podrían buscarse referencias desde Corot hasta el presente, pero que Nekane hace suyas en una síntesis que no consiste en la aplicación de muchos recursos aprendidos, sino en un estilo propio, brillante y moderno, fruto del trabajo en el aprendizaje, cuando la cabeza que lo rige está especialmente dotada para la pintura.

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