CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

jueves, 3 de noviembre de 2011

María José Gómez Redondo. EL SECRETO DE LO CERCANO

CRÍTICA DE ARTE El secreto de lo cercano Fotografía. Mª José Gómez Redondo. La Casa del Siglo XV. Hasta el 3 de noviembre. JESÚS MAZARIEGOS A nadie se le oculta la creciente presencia de la fotografía en los circuitos tradicionalmente reservados a la pintura. La fotografía nunca fue un simple documento informativo o testimonial sino una forma selectiva de ver el mundo, reservándose la posibilidad de manipularlo mediante infinitos recursos. A veces el fragmento de realidad elegido posee tales características que, sin recurrir a los artificios de laboratorio, el resultado puede revelarse fantástico e irreal. En las fotografías de María José Gómez Redondo (1963) se descubre el lado secreto de las cosas cercanas e ignoradas. En el pequeño y cuidado catálogo hay también textos explicativos. Cuando los artistas explican su propia obra aportan lecturas insustituibles. Pero las imágenes de María José Gómez Redondo tienen tal capacidad de sugerencia, tal poder para fecundar las mentes con grandes historias de las cosas pequeñas, que hubiera preferido no conocer las explicaciones hasta más tarde. Aunque hay artistas que jamás explican sus obras, es de agradecer que lo hagan. Pero con posterioridad, después de que el espectador las haya enriquecido agotando sus posibilidades de interpretación. Un lugar común del arte es considerar la obra como proyección del yo del artista y, por tanto, como un autorretrato. María José Gómez Redondo mira por su objetivo aquellos mínimos fragmentos de universo en los que se ve a sí misma reflejada. Ella ha elegido un mundo portador de pequeñas dosis de vida, de palpitaciones apenas perceptibles, de breves respiraciones cercanas e ignoradas. Llamar objetos encontrados a los indicios que animan las obras de María José, implicaría contaminar con las tensiones del conceptualismo lo que, por su propia naturaleza y por la mano que lo ha rescatado del olvido convirtiéndolo en arte, sólo pertenece al ámbito de lo puro, lo natural, lo pequeño y lo sagrado. La condición pura de esos pequeños indicios, de esas mínimas huellas de la existencia, radica en que nunca antes había sido proclamada. Su pertenencia a la Naturaleza ha sido sacrificada para poder tomar conciencia de su existencia real, porque cuando la artista convierte el objeto en imagen y lo encierra en una caja transparente, engrandece su pequeñez y sacraliza lo que, lejos de su mano, hubiera quedado en el mundo de lo vulgar o de lo ignorado. María José Gómez Redondo es una mujer artista cuyo origen se remonta hasta una estirpe de divinidades menores entre las que se encuentran las ninfas de las fuentes y las sílfides del aire. Ya no se mira en el agua pero teme que el espejo refleje el miedo, el temblor y la inseguridad de los sensibles. Cierra los ojos y se oculta tras una blanca transparencia de nube, dejando entrever su mágica y húmeda presencia, con una pequeña duda, ... si lecho o si sudario... Ella duerme, como Ofelia, bajo la transparencia del arroyo en cuya orilla crecen los juncos de Friedrich y donde se deja oír el imperceptible crujido de la vida bajo las hojas muertas. Ella sabe los secretos de las cosas que ocurren bajo la tierra y en el agua, y recuerda otros sueños de los que despertaba cubierta de adherencias calizas, de musgos y de líquenes. María José vaga en medio de la neblina simbolista y proclama la sólida existencia de otro mundo que resiste desde el refugio inexpugnable del ser interior.

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