CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

lunes, 7 de noviembre de 2011

Museo de Segovia. POR FIN

POR FIN Jesús Mazariegos Cada minuto que pasa nos afianzamos más en la única creencia absoluta, la creencia en que todo es relativo, sobre todo el tiempo. Recuerdo que, de niño, en la catequesis, me decían que el infierno era para siempre siempre y, además, con tanto calor, se te hacía muchísimo más largo, lo cual, aunque yo no decía nada, me parecía que, incluso para alguien que hubiera merecido el infierno, resultaba algo excesivo. Al contrario, ¿quién no ha experimentado la fugacidad de los momentos especialmente felices? Todo indica que el tiempo corre más de lo que creemos y, en ciertas épocas de la vida, más de lo que queremos. Blas de Otero decía en un poema que “tres años no son mucho tiempo”. Según para qué, claro. Gardel y Le Pera, sin embargo, no anduvieron con matices y, en aquel ‘Volver’, inolvidable tango, afirmaron con contundencia que “veinte años no es nada”. ¿Qué otro mensaje nos transmite la sabiduría de las vanitas barrocas? ‘Tempus fugit’. El tiempo pasa rápidamente. Por eso Valdés Leal, titula ‘In ictu oculi’ una de las dos vanitas del Hospital de la Caridad de Sevilla; la vida dura lo que un golpe de ojos, lo que un parpadeo. Y en la vanitas por antonomasia que es ‘El sueño del Caballero’ de Pereda, en la filacteria que sostiene el ángel, hay dibujado un arco con una flecha como diciendo que las cosas vuelan y que la vida viene a durar lo que un disparo. Ahora bien, donde yo me he maravillado más, viendo lo relativo que es el tiempo, es en esas gráficas que suele haber al principio de los libros de Historia, en donde uno puede ver que los diez mil años que llevamos cultivando la tierra no son nada si los comparamos con el resto de la presencia humana en el Planeta. Y si esto lo comparamos con los tiempos geológicos, volvemos a darnos cuenta de la insignificancia de Historia de la Humanidad. Hoy, por fin, se inaugura el Museo de Segovia, con este nombre un poco excluyente pero cuya sencillez se agradece. Pues bien, lo primero que se encuentra uno al entrar en el nuevo Museo de Segovia es una línea del tiempo en la que cualquiera puede comprobar que su vida no pasa de ser una finísima rayita apenas visible, al final de la gran línea de los siglos, con lo que queda demostrado que ”veinte años no es nada”, y veinticinco, tampoco, incluso matemáticamente. Ante tantas evidencias sobre la insignificancia de cinco lustros, todavía habrá quien diga que ha sido algo mucho y que tal y cual. Siempre tiene que haber algún aguafiestas. Pero hoy es un día gozoso para Segovia, para la cultura. Desde estas líneas deseo suerte a Alonso Zamora. Ya era hora de proclamarlo: ¡Larga vida al Museo de Segovia!.

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