CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Antonio Madrigal y José Orcajo. HUMOR PROCESIONAL y LA PASIÓN DE LLA JUVENTUD.

Crítica de arte Humor y Pasión ‘Humor procesional’ y ‘La Pasión de la Juventud’. Dibujos humorísticos de Antonio Madrigal y José Orcajo, y pintura y escultura de 16 jóvenes artistas. La Alhóndiga. Segovia. Hasta el 9 de abril. Jesús Mazariegos Con la celebración del Centenario de la Procesión de los Pasos, la Junta de Cofradías se ha puesto el mundo por montera, siempre dentro de un orden, y ha promovido dos exposiciones que hace unos años serían impensables. También es cierto que ambos proyectos han hecho palidecer, en algún momento, a los dirigentes de las cofradías, los cuales, desde su conservadurismo, han tenido el coraje de asomarse a la modernidad, y desde su adustez han tenido la gracia de dar entrada al humor. Al fin y al cabo, aunque actúen bajo la vigilancia de la Iglesia, son hombres de este mundo y no se pasan todo el año con el capuchón puesto. Estas apuestas de la Junta que preside José Luis Huertas, que tienen sus riesgos en las posibles críticas de los recalcitrantes, tienen también la contrapartida positiva de buenos réditos de imagen y acreditan capacidad de comunicación con el resto de la sociedad. Pero, ante todo, son un ejercicio de autocrítica que debiera extenderse a otros ámbitos como, por ejemplo, el musical. Digo esto porque he leído que hay un grupo que ha superado esa música monocorde, bronca y como de ejecución sumaria, propia de nuestros lares y parece que no se aceptan sus florituras. A la tradición no hay que darle más valor del que tiene. Veamos. Hay un refrán, me imagino que castellano, como suelen ser los refranes en esta bendita tierra, que dice: “Quien a los suyos se parece, honra merece”. Esto presupone que todo el mundo es perfecto, pues si uno tiene un padre maltratador, violador, ladrón o terrorista, digo yo que será mejor no salir a él. No sólo no todo el mundo es perfecto, sino que nadie es perfecto. Y la tradición tampoco. Y el refranero menos. Hay muchas cosas manifiestamente mejorables y para mejorarlas hay que tener menos respeto a la tradición. A mí no me gusta ese aire paramilitar de las bandas musicales de las procesiones. Ni entiendo que hacen los militares en las procesiones, lo mismo que no entendería que estuvieran los profesores, los periodistas, los informáticos o los guarnicioneros. Y aprovecho una vez más, es la tercera vez que lo escribo ¿Qué hace la bandera de España con la cruz de San Andrés en la Virgen que hay en el Acueducto? ¿Es la Virgen patrimonio de la Artillería? ¿Lo es el Acueducto?. Y no me vengan con la tradición que también era tradición quemar herejes y sacudir a las mujeres. Y por lo que se ve, algunas tradiciones, como esta última, merecen la infame honra del refrán. Aunque lo parezca, no me he desviado un ápice del tema. Soy castellano nacido en el paisaje más adusto, seco, llano y desarbolado de Castilla y no reniego de mi cuna. Pero prefiero lo suave a lo áspero, lo armonioso a lo bronco, lo cadencioso a lo brusco, lo blanco a lo negro, lo alegre a lo triste, lo sensual a lo insensible, lo luminoso a lo oscuro, lo tolerante a lo severo, y (sé que esto me traerá disgustos) las sevillanas a la jota. Siempre se puede aprender y el humor es la mejor actitud para empezar, porque si uno se ríe de sí mismo, está aceptando su contingencia y sus limitaciones. De modo que la Junta de Cofradías de Segovia, que promueve una exposición que pinta la Pasión de Cristo con la pasión de los artistas jóvenes y que se mira en ese espejo de feria que son los dibujos de Orcajo y Madrigal, que te hacen ver lo deforme que puedes llegar a ser sin dejar de reírte de ti mismo, ha demostrado que sabe que los cien años del centenario no han pasado en balde. Aunque todavía le queda. Como a todos.

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