CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

jueves, 3 de noviembre de 2011

Mariano Carabias. UN ARCA FIN DE SIGLO

Mariano Carabias Un arca fin de siglo 26/11/99 Norte Sg p4
Mariano Carabias ha inventariado los animales de la tierra y de la imaginación y ha determinado para ellos nuevas formas y nuevas misiones. Como creador de nuevas criaturas nacidas para vivir en un nuevo orden del reino animal, en el que los individuos forman el gran FRISO de una historia común, el artista ha dispuesto su neofauna en una red ortogonal envuelta en su común tonalidad terrosa rojiza y en un trazo que es como la huella caligráfica de una mano que posee la fuerza generadora de lo primitivo, la sobria riqueza de una inteligencia que no precisa de alardes, y el resultado claro y rotundo que la coherencia hace posible. Carabias ha poblado el mundo de una nueva fauna construida sobre formatos pequeños y blancos, con figuras adaptadas al espacio áureo del rectángulo, donde el búfalo se equipara con el mono y el elefante con el urogallo. Desde el conjunto más temprano y barroco hasta el más depurado, se diría que, a partir de un elemento elástico semejante a un signo de interrogación, con una ductilidad que le permite adoptar formas que van desde el círculo hasta casi la recta, pasando por mil estados intermedios, a partir de ese elemento simple, de ese signo o ideograma polivalente, define con insuperable acierto los rasgos característicos de cada especie ocultando a veces la evidencia tras el contorsionismo postural desde el que nuestros hermanos llamados irracionales parecen burlarse de nuestro asombro. Del mismo modo que tras los matices regionales de un estilo se esconde la común impronta definidora del mismo, las figuras de Carabias, aunque poseen la apariencia y los rasgos esenciales que permiten definir su especie o su carácter híbrido, hay también un halo común que los envuelve y que dice claramente que tales seres pertenecen al universo salido de la sabia mano de Carabias. Si forzamos la búsqueda de posibles raíces, más inconscientes que vistas o pensadas, más de concepto multiplicador y combinatorio de las formas animalísticas que de verdaderas semejanzas formales, habría que remontarse a la cuna de todos los bestiarios en sus momentos más tempranos, a ciertas decoraciones cerámicas del Asia Anterior, como la de Samarra y, desde luego, a la libertad de contornos y a la adaptación al marco del románico, de un románico más bien nórdico, no lejano de los precedentes irlandeses. Pero las figuras de Carabias, huecas y expansivas hasta tomar la forma de su alojamiento, están entre el concepto abstracto de la línea como contorno y una idea más corpórea del animal lograda gracias a la entidad de piel o de cuerpo que el trazo cobra gracias a su grosor. Es la ambigüedad de una pintura construida con los elementos del dibujo, y de un dibujo que contornea con un trazo que aloja al color en la estrecha superficie de su bidimensionalidad. Ambigüedad entre el más antiguo de los motivos figurativos y el inconfundible juego sígnico de ese pintor sólido y emergente que es Mariano Carabias.

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