CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

domingo, 6 de noviembre de 2011

Rubén Martín de Lucas. ELOGIO DEL DESCAMPADO

CRÍTICA DE ARTE Elogio del descampado “De lo olvidado”. Rubén Martín de Lucas. Pintura. Galería Montón de trigo, montón de paja. Segovia. Hasta el 2 de noviembre. JESÚS MAZARIEGOS Por si usted creía que un grafitero es un chico con aspecto de sospechoso que se dedica a pintar firmas ilegibles en las fachadas y a rayar con un diamante los cristales del metro, de las marquesinas de las paradas de autobús (en los casos en los que no fueron utilizadas como arma política so color de un celo repentinamente sobrevenido), en las cabinas y en los escaparates; si usted piensa que eso es un grafitero, se equivoca. Eso no es un grafitero sino un vándalo y un sinvergüenza. Claro que también hay grafiteros vándalos y sinvergüenzas que no son grafiteros. (El lector no tendrá dificultad en poner el ejemplo a su gusto). La verdad es que sólo conozco a un grafitero o, más bien, a un exgrafitero, pues parece que ha colgado los hábitos de esa orden y ahora se dedica a pintar en un lienzo con bastidor, y resulta que es un chico pulcro, simpático y educado. Y además es ingeniero de caminos. Se llama Rubén Martín de Lucas y expone en “Los Montones”, apócope de “Montón de trigo, montón de paja” que he aprendido del joven poeta Sebastián Weis y que utilizo por economizar espacio y energía. A Rubén se le pudo ver hace un tiempo en la Sala Unturbe y causaron muy buena impresión sus contenedores, sus bidones y sus estaciones, ejecutados con una sencillez y una franqueza encomiables. La fuerza poética de un prado florido con riachuelos murmurantes y montañas azules al fondo, puede captarla cualquiera, pero corre el peligro de creer que sólo los prados floridos tienen magia y poesía. Los descampados son lugares suburbanos que, quien haya leído ‘La Busca’ de Baroja saben que son lugares vinculados a la infancia y la adolescencia, a los comienzos de la lucha por la vida. Aún se puede reconocer alguno por la Montaña del Príncipe Pío o por Las Vistillas o, al menos, el lugar que ocuparon. Los descampados son espacios de juegos no vigilados, testigos de encuentros secretos y depósitos de máquinas muertas. Los descampados de Rubén Martín de Lucas poseen la fuerza poética de lo sórdido convertido en cotidiano, la melancolía de la reflexión sobre el paso del tiempo, las imágenes del consumo transformadas en desecho, la soledad de los rincones reservados a la efusión amorosa imprevista y furtiva o al crimen premeditado y perfecto. Sólo reprocharé una cosa al artista. En el cuadro más grande que está en la planta baja, titulado, creo, ‘Descampado en Fuenlabrada’, ha resuelto el suelo de una forma cómoda y convencional que contrasta con la franqueza de la factura del resto del cuadro y de toda la exposición. Por lo demás, ¡chapeau!. Un buen ejemplo de los nuevos parámetros del paisaje urbano, con las traseras de los edificios, naves industriales y tolvas.

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