CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

jueves, 3 de noviembre de 2011

Miguel Galano. MAR INTERIOR

CRÍTICA DE ARTE Mar interior Pintura. Miguel Galano. Galería La Casa del Siglo XV. Segovia. Hasta el 14 de octubre. JESÚS MAZARIEGOS El los tiempos de la cultura de la imagen, la exposición de Miguel Galano (Tapia de Casariego, Asturias, 1956) no es apta para el insaciable consumidor de imágenes procedentes de los medios. Ni alta definición ni nitidez ni contraste de los colores. Y con menos pulgadas de lo habitual, sin contar con que se trata de un único canal sin movimiento ni sonido. Además apenas hay cosas que ver. La cámara-ojo del artista, o sale de noche o le da por mirar espacios en los que no ocurre casi nada. El cielo, el mar. Ante un título como "Bañistas", cualquier vigilante de la pantalla esperaría poder comprobar el bronceado de sus figurantes. Para quienes no busquen espejismos de la realidad sino pintura, para quienes posean la facultad de distinguir entre la vacuidad de la retórica y la sobria riqueza de lo intenso, para quienes quieran crecer entregándose a la contempla¬ción, la obra de Miguel Galano promete la aventura de un imprevisible viaje sin rutas ni horarios concretos. Pero hay que advertir a aquellas personas positivamente predispues¬tas a abandonarse a los aires cantábricos de este pintor visionario, que corren ciertos riesgos que deben conocer con antelación haciéndoselo saber a sus familiares y a su psiquiatra. Es posible que se aficionen a caminar por los acantilados entre dos luces, es más que probable que se bañen, a horas disparatadas, en playas que no figuran en las guías turísticas y, antes o después, terminarán haciéndose amigos íntimos de los fareros para poder mirar el mar y no ver más que mar. No obstante, dado el carácter benéficamente inútil y ficticio de la experiencia, la elección de un camino equivocado será siempre reversible y cualquier accidente por despeñamiento será amortiguado por la moqueta gris de la sala. A la obra figurativa de Miguel Galano que ahora puede verse en Segovia se le podría aplicar la famosa regla formulada por Ad Reinhardt para un cierto tipo de abstracción: "Cuanto menos, más". Pero, contra la fría asepsia que Reinhardt perseguía, el objetivo aquí es otro: a menor formato, más densidad de emociones; cuantos menos detalles, menos historias y más pintura; si los contrastes se aligeran, se podrá alcanzar ese punto en el que poder prescindir de la tangibilidad de lo real. Ese sumergirse en la bruma y en la niebla, arrastra al pintor a hacer cuadros casi monócromos, pero nunca traspasa el límite. Al fin y al cabo (nunca mejor dicho) el mar y el cielo de verdad también se confunden. El cuadro monócromo (en realidad tiene mil matices de color), aunque figurativo, conside¬rado como límite, no tiene el carácter especulativo del Cuadrado de Malevich ni la ironía del Azul de Yves Klein ni la conciencia de ruptura del Dibujo de De Kooning borrado de Robert Rauschenberg, ni lo que quiera que fuere la intención del los cuadros blancos de Robert Ryman. El límite del territorio de Miguel Galano está más cerca de los oscuros dominios de Marc Rothko, pues no hay nada más real para uno mismo que la representa¬ción subjetivizada de la realidad. Si esa realidad es voluble y nebulosa, estamos ante una pintura perfectamente nítida y realista. Si, además, el artista pertenece al universo que pretende representar, el paisaje tiene mucho de autorretrato. Y por último, si esa naturaleza, aunque íntima y conocida, es inmensa e inabarcable hasta el punto de resultar amenazante y turbadora, el círculo viene a cerrarse en Rothko, para quien el arte ha de expresar las propias inseguridades vitales. Los pequeños cuadros de este pintor con aire de leñador o marinero poseen la grandeza de lo que es y no es. Pero acaso existe una imagen clara del mundo o de la propia existencia?.

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