CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Antonio de Torre y Antonio Tanarro. APOLOGÍAD DE LA IMAGEN

CRÍTICA DE ARTE Apología de la imagen “Un año en imágenes. Segovia, 1999”. Antonio de Torre y Antonio Tanarro. Sala de exposiciones del Teatro Juan Bravo. Hasta el 7 de mayo. JESÚS MAZARIEGOS Un claro precedente artístico de la visión fotográfica es el carácter de instantánea con que Rembrandt dio a sus autorretratos un carácter fuertemente fotográfico, sorprendiéndose a sí mismo en un gesto irrepetible. La relación pintura-fotografía se da también invirtiendo los términos, desde el mero hecho de aclarar a los pintores un misterio de siglos, como era la forma de correr de los caballos, imposible de captar por el ojo humano, hasta concebir la pintura no partiendo de la realidad sino de la representación fotográfica, caso del hiperrealismo americano. En la actualidad muchos pintores devienen en fotógrafos o pintan sobre fotos. El peso de la fotografía en el mundo del arte es cada vez fuerte y omnipresente. Porque la fotografía es arte, aunque sea fotografía informativa. Los fotógrafos del El Norte de Castilla hacen arte de su profesión. Del mismo modo que un texto mal escrito, además de no ser literatura, no informa correctamente, una mala fotografía no se deja mirar y, en el mejor de los casos, representa simplemente personas u objetos. En la exposición de las fotografías que Antonio de Torre y Antonio Tanarro han publicado en El Norte de Castilla en el año 1999, veo diversos modos de acercarse a la realidad, dependiendo de la ocasión. Un primer grupo lo constituirían las fotos, digamos, estéticas, como el león congelado, las marionetas, la procesión de Semana Santa, la Vuelta Ciclista con Segovia al fondo, Sara Baras o Joan Manuel Serrat. Esta última, con su gesto, su luz y su encanto decadente, me cautiva, creo que nos cautiva a muchos, porque forma parte de la educación sentimental de toda una generación. Entre las imágenes curiosas o anecdóticas, la que se lleva la palma nos hace reclamar un poco menos de liberalismo educativo y más urbanidad a la antigua; los niños con los niños y las niñas con las niñas; y nada de libre albedrío ni de educación sexual en los colegios, que luego pasa lo que pasa. ¿O es al revés?. Si la foto más tierna es la de los niños saharahuis, no lo es menos la de Nemesio y su Flequi ni la de Begoña Aranguren y su José Luis. En la entrega del Premio San Frutos, la actitud orante, casi beatífica, de Miguel Ángel ante una diosa viva como Lucía Jiménez, hace que el redactor de El Norte sea envidiado, sin duda, por su homónimo florentino. La luz y la complejidad de algunas escenas como la manifestación en la Plaza Mayor, la música en San Martín y, sobre todo, la de Els Comediants, traen a la boca la palabra “barroco”. De la misma complejidad y de un gran dinamismo congelado en un instante participan las fotos deportivas, este año tan apoteósicas como los triunfos de los equipos locales. Pero, reconozcámoslo, la foto de prensa por excelencia, y la que más se presta al análisis y la interpretación, es la foto política, la cual parece reclamar un pie o un bocadillo en el que cada espectador pudiera escribir un contenido más o menos irónico o jocoso. Seria divertido hacerlo con la de Soto y Escobar, o con la de éste y G. Cantalejo, o con la de López Arranz y el Obispo, ésta con un fondo que parece sacado del Entierro de Ornans. Casi todos se lo tomarían bien. La reina de las fotos políticas del año, por la trascendencia de su contenido, es la firma del pacto municipal. Sin comentarios. Si las instantáneas deportivas cuentan con el precedente de Rembrandt, la imagen del despacho del Delegado de la Junta pertenece al mundo de Piero della Francesca: conscientes todos de la presencia del fotógrafo, adoptan un aire de falsa naturalidad que los convierte en estatuas petrificadas, como diciendo, ¡dispara ya!. Echo de menos una mayor presencia del mundo de la cultura. Están presentes la música, el cine, los títeres, el transformismo, la fiesta barroca, el turismo, el conferenciante sin público, los toros, el deporte, la danza, y hasta sectores culturales que, de puro enquistados en su propia semioficialidad, se han vuelto poco menos que marginales. También está presente, y es bueno que lo esté, para vergüenza de casi todos (los autores no creo que sean capaces de sentir nada semejante), la imagen de la barbarie, en la decapitada estatua de Andrés Laguna. Cualquiera que vea el catálogo de la exposición y el de la edición anterior no encontrará señal que indique que hace dos años que tenemos un Museo de Arte Contemporáneo que es un gran catalizador cultural y por el que han pasado artistas y pensadores de fama mundial. Las fotos están hechas, son magníficas, pero hay que seleccionar. Esta exposición es, pues, sólo una parte del magnífico trabajo de Torre y de Tanarro.

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