CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pintores pensionados.FUGAZ ENCUENTRO

Exposición de los Pensionados del Palacio de Quintanar en la Alhóndiga Clausura e inauguración J. M. Como es habitual por estas fechas, finalizado el Curso de Paisaje de los pintores pensionados el Palacio de Quintanar, se expone el fruto de su trabajo como testimonio de su esfuerzo, dedicación y arte, y como proyección a la ciudad que les ha acogido durante un mes, donde muchos ciudadanos llegarán a sentir verdadera pasión por alguno de sus cuadros y podrán hacerlo suyo. El acto de inauguración de la exposición, verdaderamente multitudinario, fue presentado por el director del curso, Ángel Cristóbal y contó con las intervenciones del alcalde de la ciudad y del director de la real Academia de Historia y arte de San Quirce. Pedro Arahuetes manifestó su satisfacción por la continuidad del curso al cabo de tantos años, y por su vitalidad, ya que se seguirán mejorando las condiciones del Palacio de Quintanar. El Alcalde agradeció la presencia de los artistas entre nosotros y su dedicación a Segovia, los felicitó por su trabajo y dijo que es un orgullo para la ciudad proyectarse hacia el mundo a través de sus cuadros. El director de San Quirce, Antonio Ruiz, analizó los valores del curso insistiendo en la importancia del intercambio personal y de las relaciones humanas que el curso propicia. Del mismo modo se ha creado también un lazo afectivo entre los pintores y la ciudad, lazo que permanecerá en su corazón y les hará volver a Segovia en más de una ocasión. El primer académico también agradeció la colaboración de las entidades patrocinadoras, a las que citó. Por último, Pompeyo Martín, coordinador del curso y secretario del jurado, presidido, como viene siendo habitual, por Manuel Parralo, Decano de Bellas Artes. dio lectura al acta que recoge el acuerdo de concesión de las medallas, las cuales se repartieron del siguiente modo: Medalla de Oro para Marta Cotelo Rico, de la Facultad de Bellas Artes de Salamanca; Medalla de plata para Marta Cuezva, de la Universidad Complutense de Madrid; y el bronce para Iker Serrano, de la Universidad del País Vasco. Seguidamente, se sirvió un animadísimo ágape en la sala superior, donde los amantes del arte tuvieron la oportunidad de debatir sobre la exposición y de conversar con los artistas. Fugaz encuentro Jesús Mazariegos Dice Joaquín Sabina en una canción: “Sabes mejor que yo, que hasta los huesos, sólo calan los besos que no has dado”. Ciertamente, para valorar algo y no cansarse de ello, no hay mejor cosa que gozarlo sólo brevemente, quedarse con ganas de más. Así creo que ocurre con el curso de los pintores pensionados, para ellos mismos, que tienen que separarse cuando empiezan a conocerse, para los que los apenas hemos charlado con tres o cuatro de ellos, comentando alguna peculiaridad de su obra, para los que se acercan precipitadamente a la exposición sin oportunidad de volver, y para quienes llegan demasiado tarde. Esa fugacidad que todo lo envuelve, hace que todo sea más intenso, la contemplación, la amistad, la admiración, el compromiso. Si he de emitir un juicio crítico sobre las pinturas que con tanta brevedad cuelgan en los muros de la Alhóndiga, ordenaré a los pintores en varios grupos. Los que hacen un paisaje más o menos convencional y correcto, unos con más gracia que otros, sin correr demasiados riesgos: Juan Plata, con vistas urbanas monócromas de gran efecto; Manuel Rodríguez, que alterna la precisión del paisaje urbano con la soltura del campestre; Eva Sánchez, con apreciables paisajes al pastel; Víctor Solana maneja muy bien la luz, lo mismo que Cristina Gutiérrez, de factura más desenvuelta; Eva Cristina Mesas, de optimista colorido fauve a lo Derain; Javier Montserrat, con muy variados registros; Nieves Fernández, con nombre de Galería, cuya pintura, estoy seguro de que saldrá fortalecida de este curso; Mercedes Cruz y Diego Sáez, correctos, dentro de lo convencional, y Sara Alonso, dedicada a los reflejos acuáticos, muy perfilados. Alberto Fernández deja ver su madera de pintor pero hace muy bien en no correr demasiados riesgos, mientras se toma tiempo para demostrar que podría estar en el siguiente grupo. Hay otros que tampoco parecen arriesgarse demasiado pero que están tocados por la gracia, especialmente dotados para la pintura: Marta Cuezva, pintora tranquila, natural, sin artificios ni efectismo alguno, pintora de una pieza. Ana Leticia Lorenzo, que, en sus cuadros pequeños deja ver su garra expresionista, con rasgos de genialidad. Iker Serrano, con variados recursos en sus cuadros pequeños y cuyos cuadros grandes, tras su aparente inconsistencia, dejan sentir la respiración y el estremecimiento de los edificios. Y Adele Raczkövi, que convierte cualquier motivo en una buena pintura, con una riqueza de colorido que me recuerda a Augusto Macke. Yo diría que los de este grupo casi no necesitan arriesgar. Entre los que arriesgan, los hay que lo hacen de la forma aparentemente natural, como Marta Cotelo, que administra muy bien el abocetado ‘estilo Carralero’ que es como el sello de la Universidad de Salamanca, y Begoña Ante, magnífica expresionista que se mueve en ese territorio ambiguo situado entre la figuración y la abstracción, con resultados de corte visionario. Gonzalo Rodríguez y Fátima Pantoja son quienes que de forma más natural consiguen hacer un paisaje expresionista, más fuerte y radical el primero, más contenida la segunda. Manuel Moral, muestra una obra muy transvanguardista, donde no faltan atrevimientos y algunas citas de David Salle. Salomé Ortega, fascinada por el esgrafiado, obtiene los mejores resultados cuando inventa su propia red vegetal y pictórica. Otro grupo lo constituyen los que utilizan un lenguaje muy definido, con antecedentes más o menos claros. Javier Artica ha adaptado, con fortuna, al paisaje castellano, las maneras de su admirado Anselm Kiefer. Rubén Martín de Lucas, amigo de los planos amplios y los colores tenues, hace una pintura muy cerebral, cuya frialdad compensa con aplicación de dripping y collage. Pablo Rubio geometriza la naturaleza con una actitud más constructivista que cubista. El apartado de los que se complican la vida lo ocupa Fernando Sáez, el cual parece partir de un motivo figurativo o de una red geométrica en fuga, para colgar de ella un manto informalista con predominio de dripping y desembocar en una abstracción completa. Por último, el que va a su bola, Pablo Sebastián Fuentes, parece criado a los pechos de Escher, por sus estructuras geométricas, brillantes, complejas y laberínticas, las cuales, (por acabar con un poco de humor) se me figuran como los dibujos de un manual de instrucciones para armar una fábrica de harinas comprada en IKEA.

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