CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

domingo, 6 de noviembre de 2011

Diego Etcheverry. ESTÉTICA GALÁCTICA

CRÍTICA DE ARTE Estética galáctica Diego Etcheverry. Pintura y estampación en diversas técnicas. Galería Montón de trigo, montón de paja, Segovia. Hasta el 4 de noviembre. JESÚS MAZARIEGOS Se denomina galáctico todo aquello que pertenece a la vía láctea o a cualquier otra galaxia, con lo que galácticos somos todos. Pero las cosas que hace Diego Etcheverry, más. Diego, que es uruguayo de Salto (1973) expone en Montón de trigo 12 piezas y una especie de sobre sorpresa con estampaciones, juguetes y una misteriosa multiprocesadora que sólo promete hasta agotar el stock.. La decoración del sobre combina la imagen del primer cosmonauta, Yuri Gagarin, con un entramado de florido arabesco modernista. En el firmamento brilla una nítida estrella de cinco puntas. Entre las obras expuestas hay un muñeco de peluche pero sin pelo. Su galáctica condición le obliga a lucir una epidermis de apariencia metálica y, sin embargo suave. Teniendo en cuenta que ‘las niñas ya no quieren ser princesas’, es posible que prefieran su frío contacto al pelo de un ancestral osito. Este muñeco es ‘Menganito’, el pequeño héroe del espacio exterior. Las obras bidimensionales, es decir, los cuadros, tienen el perfil duro del cómic y el toque ácido e irónico de Etcheverry, el cual acude a los puntos fuertes de la memoria colectiva respecto al la mitología moderna, una mitología que empezó siendo para niños y que actualmente, más que seguir vigente para las nuevas generaciones, sigue sirviendo a la generación de aquellos primeros niños, hoy a punto de extinguirse. Las generaciones actuales la utilizan como referencia o como materia prima al servicio de otra estética muy distinta y de una concepción del mundo en la que los primeros astronautas me parecen también como reliquias del pasado. Los veo tan lejanos como el supuesto tripulante de nave espacial del Templo de las Inscripciones de Chichén Itzá. Al fin y al cabo, supe de ellos al mismo tiempo. El mismo Diego Etcheverry utiliza una parte de las orejas de Mickey Mousse como una referencia clásica y archisabida por cualquiera y como objeto de manipulación, tratado con un cromatismo limpio y llamativo y con presencia de plateados y dorados. Este lenguaje que, indudablemente, pasa por las experiencias de Warhol, adquiere, con la presencia de las superficies metálicas, una cierta sacralización, a modo de iconos bizantinos. No pocos ejemplos en nuestra sociedad mitómana y saturada de imágenes, nos llevarían a pensar en el nacimiento de una especie de religión poco más que animista, hecha de logotipos de marcas y héroes de los dibujos animados, cuyas prácticas, a veces irían por la línea del Tarot y cosas así, confirmando la frase de Chesterton, “dejan de creer en Dios para creer en cualquier cosa”. Valiente, radical e imaginativa la propuesta de Etcheverry, pero como destinada a un público muy restringido. Demasiado tecnológica o demasiado ácida o demasiado irónica.

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