CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Jorge Peteiro. ET IN ARCADIA PETEIRO

CRÍTICA DE ARTE Et in Arcadia, Peteiro (Pintura para todos los públicos) Pintura. Jorge Peteiro. La Alhóndiga. Segovia. Hasta el 30 de junio JESÚS MAZARIEGOS El pintor gallego Jorge Peteiro (A Coruña, 1959) trae, desde Finisterre, la alegría de vivir en forma de luminosos cuadros de variados formatos y en una carpeta de serigrafías de tema Xacobeo. Son obras de una potencia indiscutible y de un optimismo muy de agradecer. Psicólogos y psiquiatras deberían incluir la visita a esta exposición como eficaz terapia alternativa no afectada por el medicamentazo. Deprimidos o aquejados de ansiedad, enfermos crónicos, parados de larga duración, pobres de solemnidad o de reciente incorporación, enamorados no correspondidos, candidatos derrotados, amargados de la vida en general y todos los demás, incluidos los sanos, ricos y felices, podrán zambullirse en la amable sencillez de las formas y en la alegre armonía de los colores de las obras de Jorge Peteiro. Con los niños, que, por regla general prefieren el fútbol a las exposiciones, en este caso el éxito está garantizado para edades comprendidas entre los siete meses y los ciento siete años. Peteiro, que le ha plantado cara a la cara negra de la existencia, está empeñado en hacer un mundo mejor a fuerza de pintarlo. Por eso extiende sobre el paisaje y sobre las criaturas su mirada limpia, aprendida de los indios de Norteamérica, los mismos con los que convivió Jackson Pollock buscando su camino en los diseños de las telas y en las pinturas de arena. La aparente sencillez de la pintura de Peteiro tiene tras de sí un largo proceso de reducción y síntesis que excluye cualquier relación con el llamado ingenuismo naïf. Elementos básicos de su lenguaje son la marcada línea, que define contornos y detalles, y los colores vivos, planos y arbitrarios. Peteiro se expresa en un lenguaje rigurosamente contemporáneo y, sin embargo, perfectamente comprensible. Los referentes formales se remontan al románico, al cubismo y al pop, por citar los más llamativos. Del románico procede la libertad del trazo negro, el cual, por otra parte, viene a ser como el plomo de una vidriera. Del cubismo procede el tratamiento libre del volumen y del espacio, así como la general geometrización de las formas. Los colores son planos, como los del pop y la publicidad, y equivalen a la pasta vítrea de un esmalte cloisoné. Otras referencias habría que buscarlas en el contexto surrealista. De este extenso caldo de cultivo surge un universo personal e inconfundible, un mundo cuya coherencia formal crea el soporte más adecuado para hacer visible su contenido poético. Ahí están el prado, el árbol y la aldea; el mar, la dársena y los barcos; las tierras de Pedraza y los bosques de Valsaín; los cielos surcados por pipas de bellota en las que Peteiro ha visto fumar a los gnomos. Es un mundo en el que frutas y flores sin catalogar conviven con nubes de festón y con cuerpos celestes nunca vistos por los astrónomos. Peteiro ha construido una nueva Arcadia, un mundo luminoso y habitable, donde hasta las rocas tienen un rostro amable, una pintura capaz de acompañar al solitario y de alegrar al triste, un arte que deja vivir y permite soñar. Este pintor gallego con algo de mago chamán y algo de druida sanador, con una intención similar a la de Beuys, concibe el arte como un instrumento para curar la melancolía social de la tribu moderna. El artista brujo, psicoterapeuta del espíritu individual y colectivo, consciente de cuáles son las carencias individuales y las necesidades colectivas, ejercita celosamente su misión de ayudar a vivir construyendo alegrías para los ojos y bellas historias para el espíritu. La pintura de Peteiro quiere ser la imagen de un mundo feliz, nos cuenta las cosas que queremos oír y nos enseña aquello que necesitamos ver. Cuanto más gris es la realidad, más necesario es este bello engaño consentido, esta ficción necesaria, esta dulce mentira expresada con las buenas palabras de su pintura. Lo dicho.

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