CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

jueves, 3 de noviembre de 2011

Manuel Ayllón. FORMA Y MEDIDA DEL NAUFRAGIO

Manuel Ayllón Forma y medida del naufragio 03/05/99 Norte Sg p4 9 A principios de los setenta Manuel Ayllón (Madrid, 1945) hacía esculturas de plástico y acero con aspecto de objetos industria¬les doblemente inútiles debido a su carencia de función y a la didáctica transparencia con que mostraban sus límpidas entrañas. En las piezas de desarrollo bidimensional la limpieza de los materiales solía complementarse con un colorido de sencillos efectos ópticos, como queriendo rubricar el carácter silencioso de un arte que parecía sentirse bien entre las máquinas y en los espacios preminimalistas de los vestíbulos de ciertas empresas y de algunos bancos. En el ambiente de asepsia normativa surgido de los Encuentros de Pamplona y del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense, centros de producción de formas computa¬das que hoy harían sonreír a un niño, Ayllón llegó a practicar el geometrismo de las figuras imposibles al modo de José María Yturralde. En la década siguiente emprendió un camino hacia el interior de sí mismo expresado en magníficos grabados de inquietante apariencia. Entre el racionalismo de lo uno y el carácter visionario de lo otro, está la obra ahora expuesta en Segovia, formalmente bella y sugerente e iconográficamente problemática, posee, además una reflexión sociológica tan real como velada. Los cuadros-collages-relieves-maquetas utilizan escasos medios materiales, distintos y distantes del orgullo tecnológico del plástico, pero lo más interesante es su ambigüedad a la hora de decidir qué tipo de representación tenemos delante. ¿Se representa la superficie de la tierra vista desde arriba? ¿se trata, por tanto, de un mapa con relieve? ¿Es una maqueta plana o la representación plana de una maqueta? Y por fin, ¿qué papel juegan aquí la fotografía aérea y las distintas representaciones no visuales de la superficie terrestre? Todas las posibles respuestas a las preguntas anteriores necesitarían ser matizadas a fin de valorar el papel de los leves volúmenes que llegan a tener funciones tan poco habituales como sustituir a la línea como elemento convencional. La superficie pintada y fragmen¬tada por papeles pegados se dota del levísimo volumen aportado por pequeños fragmen¬tos de madera contrachapada abierta en canal para mostrar su noble aspereza interior. El recuerdo de las estructuras visionarias de Kasimir Malevitch y de El Lissitzky, cobra en Ayllón el calor de la vida y hace pensar en algo así como una Bauhaus orgánica y humanizada. La visión cenital del mundo, convertida en representación, descubre los absurdos y las miserias de una sociedad mucho más podrida e injusta de lo que aparenta. La casa, el río, el estanque; el aeropuer¬to, el paso de cebra, el aparcamien¬to; el campo de cereales, el páramo, el erial; la ciénaga, el lago, el mar. El agua verde, el fondo cercano, la licuación de los casquetes polares. Las obras de más clara definición, diurnas y aún secas, parecen las más tempranas. Las nocturnas, más turbadas, utilizan con insistencia diversos puntos de vista, como quien vaga habiendo perdido los puntos de referencia de su espacio vital. Los formatos más grandes ganan en pictoricis¬mo lo que ceden en relieve y en materiales. Ya no queda madera. Todo empieza a hundirse por la zona más baja y acabará hundiéndose totalmente. Ayllón ha escogido el penúltimo momento del naufragio universal y mira desde lejos para ver los daños colaterales de la interven¬ción divina. Los seres humanos yacen en el fondo tibio del atolón, en la fosa común, en el garaje de su casa, o se encuentran de camino entre un cuadro y otro. Quedan los ordenados signos de una civilización avanzada, con sus campos de tenis y sus patios de colegio con rayas amarillas para que nadie confunda su lugar. Bajo un metro y medio de agua templada, tiemblan las aceras, los setos y las bocas de incendio. Ayllón pinta la tierra hundiéndose en un mar que crece y que todo lo devora y lo disuelve. Es un waterworld aparentemente vacío donde los grupos de supervivientes son censados por Juan Genovés en un lugar apartado y no visible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario