CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

domingo, 6 de noviembre de 2011

José Luis Rubio. EL REMANSO CONTRA EL BULLICIO

CRÍTICA DE ARTE El remanso contra el bullicio José Luis Rubio. El silencio de la memoria. Pintura. Galería Montón de trigo, montón de paja. Segovia. Hasta el 30 de Septiembre. JESÚS MAZARIEGOS José Luis Rubio nos tenía acostumbrados a ligerísimos perfiles de edificios, casi transparentes, recortados sobre cielos diáfanos, en un ambiente, yo diría, de no-violencia, de contención y de silencio. Aquellos paisajes han ido depurándose hasta el extremo, de manera que sólo quedan los tonos ocres, los amarillos dorados, a veces verdosos, de sus colores, y la línea del horizonte como única referencia al recuerdo de la realidad, como único y silencioso ejercicio de la memoria. En efecto, sólo es el recuerdo del pasado lo que hace concebir referencias a la naturaleza a partir de cuadros compuestos de lienzos pintados casi monócromos, con algunas cartulinas pegadas, con letras, números y signos, y sin otra referencia a lo real que una especie de figura troncopiramidal trazada con una perspectiva imposible que, inmediatamente, la despoja de cualquier intención ilusionista y la integra en el nuevo, silencioso y plano mundo creado por José Luis Rubio. No es extraño que este artista, a pesar de sus pocos años, se vea obligado a borrar los ruidos de la memoria. Bastaría con que hubiera puesto la televisión a cualquier hora para que se produjera la náusea y la necesidad de crear un mundo propio de silencio para habitarlo en unas aceptables condiciones de paz, de armonía y de vergüenza. Esta pintura es justo lo contrario de las bombas y de los bombardeos, lo contrario de la estúpida verborrea de los majaderos que ganan el pan insultándose en televisión, lo contrario de los cretinos del Gran Hermano, de los cursis de los culebrones y de todos esos que no producen más que ruido. Tienen estas piezas (cinco cuadros grandes, cuatro medianos, seis pequeños y cuatro papeles), algo de la esencialidad y del amor a la materia de Tàpies, algo de los enigmáticos y pequeños mundos de Klee, y mucho de la valentía y el buen hacer de José Luis, expresados en sus amplias superficies lisas y en la contención a la hora de incorporar nuevos elementos a la superficie del lienzo. Es precisamente esa superficie la única protagonista, pues, en un momento en el que prolifera la costumbre de pintar los cantos del cuadro, con todo lo que significa de convertirlo en objeto o escultura. Rubio ha despreciado esta posibilidad y sigue concibiendo el cuadro como superficie cubierta de colores distribuidos con cierto orden. En este caso, con exquisito, sobrio y acertado orden. Cuando veo a estos pintores jóvenes que evolucionan tan deprisa hacia formas tan depurada, siento cierta inquietud y no poco vértigo al pensar en la vida que tienen por delante, y me cuesta entender que todo pueda seguir siendo depuración. Ellos tampoco saben lo que pintarán mañana. Que ellos lo pinten y que los demás lo veamos.

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