CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

domingo, 6 de noviembre de 2011

Iván Montero. EL TRAZO VIOLENTO

CRÍTICA DE ARTE El trazo violento Iván Montero. La catedral sumergida. Pintura. Galería Montón de trigo, montón de paja. Segovia. Hasta el 14 de julio. JESÚS MAZARIEGOS Que Iván Montero es un pintor temperamental es cosa que nadie puede poner en duda. Su pintura es de esas que hacen pensar a los neófitos para qué diablos ha estudiado Bellas Artes y ha aprendido a dibujar estatuas. Hace ya unos años, antes de ir a México, ya tenía muy claro que su única vía posible era pintar con las tripas, o con el hígado por expresarlo en términos viscerales. No es pintar con el corazón, lo cual huele a romanticismo trasnochado y, mucho menos, pintar con el cerebro, pues creo que, lo mismo que Goya, Iván provoca el sueño de la razón para convocar a los monstruos, en este caso para provocar visiones más o menos alucinadas de pretendidas imágenes reales sólo aludidas en los títulos de las obras. El cambio más evidente que ha experimentado la pintura de Montero es el paso del protagonismo de la mancha al protagonismo del trazo, creando unas enredadas retículas como dotadas de gravidez y con sensación de colgar. Estas redes tienen la facultad de crear espacio sobre el fondo plano, pudiendo llegar a formar cuerpos geométricos o disolverse en una mancha que acaba desapareciendo. ‘La catedral sumergida’ me lleva a pensar en las creaciones visionarias de Fabricio Clerici; las estructuras triangulares se me figuran como el esqueleto de algunas obras de María Elena Vieira da Silva, y la fuerza del conjunto hunde sus raíces en la violencia del trazo expresionista, cuyo rey indiscutible es el americano Cy Twombly. Y si de buscar paralelismos se trata, ciertamente subjetivos, aun citaría a Wols y a aquella pintora americana que acabó asentándose en París y que fue Joan Mitchell. No estoy queriendo decir que Iván Montero vaya detrás de uno o de varios de los artistas que acabo de citar, ni que haya hecho un refrito de dos o tres o de todos ellos. En realidad, no hay ninguna obra de ninguno a la que se parezca cualquier obra de Iván Montero, el cual, es muy posible que no se haya acordado de ninguno de los citados y que no conozca a todos. Lo que trato es de contextualizar su obra de manera que no se vea como algo aislado, como un parto calenturiento y radical, pues, teniendo algo de lo uno y de lo otro, es pintura coherente con el presente sin que le falte el chirrido necesario que cabe exigir a un pintor joven. Esta pintura es cualquier cosa menos tranquila y acomodaticia, no es del todo cómoda, es tensa, en fin, todo lo que cabe pedir a un expresionista como Montero. Iván es, sin lugar a dudas, un pintor valiente.

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