CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

domingo, 6 de noviembre de 2011

Víctor Sesma. CUERPO DE MUJER

CRÍTICA DE ARTE Cuerpo de mujer Víctor Sesma. Pintura. Galería Montón de Trigo, Montón de Paja. Segovia. Hasta el 31 de Octubre. JESÚS MAZARIEGOS Este joven recién llegado a la pintura, al que conozco desde su época de Bachillerato, me recuerda que la inteligencia no suele ser compañera de la constancia y que, generalmente, a la hora de juzgar y evaluar, es preferible la tolerancia al rigor. Así lo fui descubriendo a lo largo de mi vida docente y así lo practico como crítico, aunque no es éste un caso en que necesite poner en práctica tal principio, pues me gustan estas pinturas, que no siendo las de un maestro, tampoco tienen nada de vulgares y son, además, valientes y apasionadas. Como sé que estoy ante un pintor que, además de hecho a sí mismo, está recién salido del cascarón, como tal lo trato y lo valoro. (Aviso para caminantes). Víctor Sesma se ha asomado a las calas mallorquinas y ha visto playas luminosas y tranquilas en las que, de pronto, se ciernen las sombras o se baten las espumas; simas oscuras ocultas por la vegetación, luces y sombras que se le figuran cuerpo de mujer. Ha sentido el mismo vértigo que se siente ante la mujer-diosa cuyo poder y peligro ya glosó Garcilaso: “Nadie puede ser dichoso, / señora, ni desdichado, / sino que os haya mirado. / Porque la gloria de veros / en ese punto se quita / que se piensa mereceros, / así que sin conoceros, / nadie puede ser dichoso, / señora, ni desdichado, / sino que os haya mirado”. No cabe duda que la única opción posible es la de ser dichoso y desdichado. Lo contrario es no ser nada. Víctor ha reparado en la condición femenina de la naturaleza, en su infinito poder, en su carácter imprevisible. A menudo pierde el Norte caminando por el mapa de su cuerpo desnudo pero sabe que sin ella no hay base ni cimiento y se ha enfangado en interpretar los signos y misterios que encuentra en su camino. Mira con atención el paisaje pero confunde valles y regazos, ojos y mares, vientos y cabellos, abrazos y olas, tormentas y pasiones, luces y besos. Cada cuadro se presenta, no como una parte del cuerpo de la mujer convertido en paisaje, sino como una convulsión, una pasión violenta, un despertar incierto, un gozo indescriptible o una soledad desesperada. Víctor Sesma se pregunta, como Miguel Ángel, si es que sus ojos ven la belleza por la que suspira, o si está en su interior y, mire donde mire, ve allí su rostro esculpido.

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