CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

lunes, 7 de noviembre de 2011

Ángel Sardina. ENTRETELAS DEL ALMA

CRÍTICA DE ARTE Entretelas del alma Ángel Sardina. Collage con fibra de vidrio y otros materiales. Museo Zuloaga. Segovia. Hasta el 30 de diciembre. JESÚS MAZARIEGOS Ángel Sardina (Ávila, 1946) no pinta, no trabaja sobre una tela tensa clavada en un bastidor, no utiliza pinceles ni colores, apenas dibuja. Si la pintura consiste en una superficie plana con colores distribuidos en un cierto orden, los cuadros de Ángel Sardina son como cajas de cristal, como urnas o relicarios que alojan determinados materiales dispuestos de una cierta manera. Entre esos materiales está el papel como soporte de fragmentos de mapas, la tela, la fibra de vidrio, presentada como una especie de entretela traslúcida, extendida, doblada o superpuesta, a veces impresa con planos no demasiado definidos o con caracteres difíciles de descifrar, alfileres que sujetan y otros que cercan pequeños territorios sosteniendo hilos negros, como alambradas, unas veces de pacíficos campos, otras de asediadas fronteras. Ángel Sardina ha buscado y rebuscado, en el mundo de los materiales, algo que pueda representar lo ligero, lo provisional, lo difuso, lo ambiguo, lo más grande y lo más pequeño, algo que, como las cosas de la vida, no tenga una sola cara, que deje ver más allá, que se pueda intuir lo que hay detrás, algo que, como la vida misma, sea frágil y vulnerable, aparentemente sencillo pero complejo y misterioso. Ha mirado a través de los velos, a través de los cristales empañados y de la niebla matutina; ha visto a la araña tras su tela y a los tuareg en medio de una tormenta de arena. Se ha mirado al espejo y ha visto su barba casi blanca y su presente casi despejado, pero sufre las miserias de la Historia y reflexiona sobre lo que está cayendo fuera. Ángel Sardina no distingue entre el antes ni el después, ni entre fuera y dentro, ni entre lo personal y lo colectivo, ni entre vivir el arte y vivir la realidad. Todo es realidad presente dentro de su bolsa de recuerdos. Lo colectivo se vuelve personal, lo grande se hace pequeño y la ciudad tiene un corazón único cuyos arrítmicos latidos escucha Ángel como propios. Las obras de Ángel Sardina son como planos difusos de ciudades, que no sirven para andar por ellas sino por sus sentimientos colectivos y sus miedos no superados, son como un diario íntimo sin anotaciones escritas pero con las huellas de las emociones, las marcas del sudor y de las lágrimas, de los besos húmedos y de la efusión amorosa. Los hilos negros acotan los territorios del pensamiento, trazan líneas sobre los difusos caminos de la memoria y delimitan reductos de la conciencia para preservar pequeños espacios de cabal integridad del juicio. Obra sensible, delicada y transparente, plásticamente original y con un contenido no explícito pero perceptible, no evidente pero profundo, no explicado pero sentido.

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