CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 1 de noviembre de 2011

Carlos Fraile. ACUEDUCTO OBLIGA

Opinión Acueducto obliga JESÚS MAZARIEGOS Como “Propuesta para el Tercer Milenio” se califica, en el Concurso Internacional de Ideas para le Ordenación del Entorno del Acueducto Romano de Segovia, la trascendente solución que se aplique a la ordenación de su entorno. El próximo día 17 concluirá la exposición de los pro-yectos al público, en el Colegio de Arquitectos. El proyecto presentado por el arquitecto Carlos Fraile ha merecido el primer premio. Pero aquí lo de menos es el premio, pues el asunto posee una dimensión vital y ética, al tiempo que sus consecuencias se proyectan hacia el futuro. A los segovianos nos afecta hasta el supremo grado de ser responsables de lo que dejemos a las generaciones jóvenes y futuras. Por lo tanto, no cabe ningún tipo de frivolidad, despiste, negligencia o incompetencia. Recordando que, hace cincuenta años, un concurso semejante fue ganado por el reciente-mente fallecido Francisco Sáenz de Oiza, pudiera parecer que no es más que otro concurso de ideas. Pero las ideas arquitectónicas, no siendo las de Piranesi, tienen vocación de materializarse, por lo que no es cuestión de convocar un concurso cada medio siglo, sin que tenga ninguna proyec-ción real. Por otra parte, la singular importancia de todo lo que atañe al Acueducto aconseja una extremada cautela para no caer en ningún tipo de precipitación. Del mismo modo, no hay que dejar que pase demasiado tiempo sin que se produzcan nuevos avances en la concreción y máxima ade-cuación del proyecto. Ahora es el momento de enterarse y de comentar, no cuando lleguen las excavadoras. Y ahora y después, por favor, que los hosteleros, los comerciantes, los farmacéuticos, los obispos y los guarnicioneros, opinen como cualquier ciudadano, pero que no se esfuercen en dar directrices a los arquitectos ni orientaciones a los políticos, porque es posible que sus intereses no coincidan con los de la mayoría. Con demasiada frecuencia, determinados sectores de la sociedad segoviana, hacen buena la frase de que los romanos dejaron el negocio montado y, desde entonces, no ha sido necesario hacer prácticamente nada. No hay más que ver que las intervenciones sobre el Acueducto se han hecho a golpe de necesidad y de urgencia. La de principios de los setenta se hizo contra la incomprensión de un sector significativo de quienes representaban la cultura local, llegando a impedir la reposición de la cornisa inferior y la consiguiente recuperación del perfil clásico del monumento. De la última restauración, baste recordar su pintoresco comienzo, a raíz del comentario casual de un epigrafista que venía a otra cosa, pero que, en un momento, vio lo que aquí nadie veía e hizo un comentario. Él venía de Alemania pero la grúa con cesta estaba aquí. Todo lo que en el 72 se vociferó con notable irresponsabilidad, se ha convertido en silencio en la última intervención. Quizás mejor. Lo que fueron vilipendios para Carlos Fernández Casado son ahora loores para Francisco Jurado, tras aplicar casi los mismos métodos. También mejor. Pero el tiempo va dando la razón a quienes opinábamos que, de la ocurrencia de hacer funcionar al mo-numento mediante el canalillo de plomo, no se derivan los desvelos municipales que Jurado preve-ía, a pesar de ser el canalillo una verdadera prótesis. El agua no fluye ni en las fiestas. Ni fluye, ni importa que fluya o no, mientras la vegetación cobra frondosidad entre los sillares. De la reposición de la cornisa inferior, por la que he clamado sin respuesta alguna (Norte, 9-1-00), siendo un tema discutible, lo preocupante es que no se haya planteado discusión alguna. Estas referencias al pasado lejano y próximo, no tienen otra intención que la de advertir y avisar. Ya que la ignorancia es el peor aliado para enfrentarse con lo nuevo y lo desconocido, amiga del inmovilismo y de la reacción, cuando no de la barbarie, bueno es informarse y mos-trar interés por lo propio desde el esfuerzo que exige su conocimiento, no desde la descalifica-ción de lo ajeno y de lo nuevo, ni desde el hablar por hablar. Ciertamente, el radicalismo del proyecto de Carlos Fraile, en un primer momento, pro-voca un determinado rechazo en el ojo cómodo y conservador. Ahora bien, para soluciones de parcheo y jardincillos de monjas ya tenemos lo que tenemos. Fraile parece haber seguido ese principio básico de la arquitectura según el cual las for-mas han de surgir de la función demandada por la necesidad. Si el proyectode Fraile es radical, no lo fue menos la pirámide de vidrio del Louvre, la cual resuelve el problema circulatorio de visitantes al tiempo que se integra en el espacio gracias a la contundencia de su propia afirma-ción. También debió parecer radical la Pirámide de Zoser a los egipcios del siglo XXVIII a. C.. El propio Acueducto, cuando comenzó su construcción, que no creo que hubiera concurso ni exposición al público, resultaría monstruoso para los pastores que lo veían desde la Fernández Ladreda del siglo I, acostumbrados a ver roca sin intervención humana, vaguada sin Azoguejo, sendero sin Caja de Ahorros, y su querido entorno natural sin esa mole cuyo impacto ambiental, afortunadamente, no dieron en considerar. Para los ecologistas de vía estrecha (absténganse de darse por aludidos los demás) no es éste mal motivo de reflexión. Entre las ventajas que cabe atribuir al proyecto ganador del concurso, una de ellas, y no de las menores, es la posibilidad de financiación a partir de la explotación del gran edificio que prevé situar en las inmediaciones de Vía Roma y cuya cubierta dará lugar a una plaza escalona-da de 23.700 m2, 700 de los cuales estarán cubiertos. Dicho edificio, tendrá una extensión de casi 54.000 m2 distribuidos en nueve niveles, y albergará dos grandes vestíbulos, una estación de autobuses – intercambiador de transportes, estacionamiento de taxis, 462 plazas de aparca-miento, dependencias municipales (Oficina de Turismo, Casa de Cultura, Biblioteca, Museo), un hotel de lujo, un Palacio de Congresos, un gran restaurante y cafetería, oficinas y despachos profesionales, y más de 8.000 m2 de terrazas públicas. Al margen del citado edificio, cuyas terrazas escalonadas acaban al nivel de la actual Plaza Oriental, se contempla también la mejora de los accesos, el alejamiento del tráfco, la restitución de la salida natural de la calle Gascos y un gran parque público continuación del cinturón verde. Lo más impactante, sin duda, y lo que mayor rechazo consciente o inconsciente puede provocar, es la fachada oriental del gran edificio. Alojar esa fachada en retinas poco dúctiles que sean capaces de preferir los arcos con sus lomos descarnados en lugar abrigados con su natural cornisa, no ha de ser fácil. Hay mucho por hacer, mucho por concretar, los colores de las fachadas del gran edifi-cio, la solución de la confluencia Gascos – San Juan, los accesos concretos. Modificar, adaptar, quitar, poner, sin denaturalizar el proyecto. Sugerir, dialogar, escuchar. Podría contemplarse, tal vez, la comunicación subterránea, no entre los dos lados del Acueducto, sino entre las dos partes de la ciudad dividida. Debería contemplarse. Jesús Mazariegos es Doctor en Historia del Arte, Catedrático y Crítico de Arte de El Norte de Castilla.

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