CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 1 de noviembre de 2011

Arteche. TRES ELEMENTOS

CRÍTICA DE ARTE Tres elementos Arteche. Pintura. Sala de exposiciones del Teatro Juan Bravo. Hasta ... JESÚS MAZARIEGOS La pintura, la pasta pictórica, más o menos cremosa o líquida, transparente u opaca, es, ante todo, materia. Los pigmentos son materia. Pero en pintura se utiliza el adjetivo matérico cuando la pasta se utiliza con generosidad, añadiendo, a veces, diversos cuerpos más o menos granulados, filiformes, grumosos o laminados, de muy diversos orígenes. Así, con serrín o arena se consiguen gruesas texturas, con el papel se llega al collage y, cuando lo añadido es más objeto individual que amalgama de pequeños cuerpos, se puede hablar de objeto encontrado integrado en la obra. A veces, esos materiales añadidos cobran especial protagonismo y vienen a sustituir a la pasta o al líquido que llamamos pintura. Así, los indios de Norteamérica pintaban con arena de diversos tonos y ello suscitaba el interés de los expresionistas abstractos americanos, especialmente por lo que tenía que ver con la búsqueda de raíces culturales, con el inconsciente colectivo, con los arquetipos y con su materialización en signos primitivos y simbólicos. El pintor mallorquín Arteche también utiliza la arena, más o menos pigmentada, como materia pictórica y, al mismo tiempo, como objeto encontrado, para representar la arena misma, unas veces considerada como tal, con las formas que adquiere en la playa cuando baja la marea, y otras con los mismos objetos que el pintor ha recogido en la orilla del mar: caracolas, corales, conchas, cristales pulidos y toda suerte de fragmentos realmente recogidos en la arena. En estos casos, consigue sus obras más afortunadas. Cuando añade elementos más explícitamente figurativos, como las masas vegetales, aparece una cierta contradicción entre el carácter inmediato de la arena y la función representativa del color, disparando un abigarramiento cromático que es bastante general en toda la obra. Las referencias ancestrales y simbólicas se manifiestan de muy diversos modos, sean los pro-pios objetos cargados de tiempo, sea la representación simbólica de los tres elementos -tierra, agua y aire- en forma de retablo panteísta, al modo del paisaje que pintó David Caspar Friedrich destinado a un retablo. En una de las obras, la referencia al mito antiguo se hace explícita en la imagen de Ulises, de una figuración a caballo entre la planitud de la cerámica griega arcaica y la estética del cómic underground, con un resultado que acentúa el carácter conscientemente marginal de la pintura de Arteche. Las obras más convencionalmente pictóricas, como el buceador, están más cerca de los póste-res de discoteca y de las portadas de músicas y juegos electrónicos que de los parámetros pictóricos actualmente tenidos como válidos. Si acaso, en una de las bañistas femeninas, asoma un cierto expresionismo agrio heredero de una concreta tradición europea. No obstante, sería difícil decir cuál de las dos opciones tiene más futuro, por las semejanzas de la primera con algunas corrientes emergentes de la pintura americana. Arteche hace una pintura personal, sin duda; una pintura saludable y mediterránea, aunque algo playera, una pintura voluntariamente marginal. Esta tendencia a caminar por la línea del margen, rebasándola a veces, desde un punto de vista completamente distinto, se percibe en la temática de los dos dibujos que revelan el pasado musical del artista.

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