CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 1 de noviembre de 2011

PABLO GÓMEZ BARRENO

Pablo Gómez Barreno El herrero era el socorro del labrador y el socio del carretero, guardaba los bienes con sus rejas y podía abrir todas las puertas con sus llaves. Sabía las medidas de la romana cordobesa cuando el peso tenía que ver con la ética, y aplicaba fielmente las fórmulas avaladas por la experiencia. Si la pieza permitía la creación, la imaginación volaba al ritmo del martillo sobre el yunque y mis ojos de niño, iluminados por el resplandor de la fragua, miraban atónitos cómo el hierro era dominado por la mano fuerte de mi padre. Hace un año que conozco a Pablo Gómez Barreno y el olor de su taller me ha traído recuerdos imborrables. He visto sus obras y he comprendido el inmenso valor (no se puede hablar de precio), de unas piezas que son el fruto brillante de toda una vida dedicada a la forja. Pero Pablo no sólo es un magnífico herrero, tiene otros registros que hasta ahora yo sólo conocía en relación con algunos artistas como Cellini. Y es que Pablo domina el arte del repujado como un platero y cincela como un auténtico orfebre. Si muchas de sus obras sólo pueden verse in situ, las de la Sala de Exposiciones del Teatro Juan Bravo, auténticas obras de arte, están hechas con una finalidad puramente estética. Pablo Gómez Barreno es un artesano? es un artista?. De la misma manera que existen medianos y malos pintores, por mucho que se dediquen al nobilísimo arte de la pintura, también existen consumados artistas que trabajan con el hierro y el martillo. Las artes aplicadas no son artes menores y Pablo, con su amorosa y abnegada dedicación al hierro, sacando de él cuanto es posible, ha demostrado que cuando se es artista y fiel a uno mismo no importan los materiales. Aunque no es fácil ver piezas semejantes, hay pocas personas que sepan distinguir una pieza auténtica de una industrial. Es triste comprobar cómo la mecanización de los procesos y el valor del tiempo están terminando con algunos oficios. En el caso de la forja no sólo desaparece sino, lo que es peor, es falseado y sustituido por piezas hechas a máquina y burdamente soldadas, ocupando el lugar que podría quedarle. Estos oficios, en sus niveles de dominio, no se aprendían en las aulas sino en el taller. Hoy no se aprenden en ningún sitio. Pablo Gómez Barreno, nos da testimonio de un arte que aún seguirá vivo gracias a él y a unos pocos herreros más. Jesús Mazariegos

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