Caminar con una duda
Luciano Esteban
Teatro Juan Bravo. Segovia 4 de junio de 2003
Prefiero caminar con una dudaque con un mal axioma
(Javier Krahe)
Si la duda es la llave de la sabiduría, Luciano Esteban lleva años caminando por la senda de los sabios. Pero la duda también afecta a los axiomas, a las llaves y a la propia sabiduría. Por eso, antes de hacer este tipo de afirmaciones, conviene tener claro el sentido último del dudar y del caminar.
Cuando el caminante ignora que la senda de la duda no tiene fin, que no conduce a la certeza del descubrimiento de la verdad, la frustrada esperanza de llegar, hace el camino más empinado, áspero y penoso.
Quien sea tan obstinado como para afrontar y sostener indefinidamente tan difícil e inútil empresa, malgastará en ella sus fuerzas y su vida.
Inútil y vana empresa, sí, porque no parece existir verdad alguna más allá de la particular percepción que cada cual tiene de la realidad. La búsqueda de nada, tiene asegurado su propio fracaso.
Suponiendo que la Verdad con mayúscula estuviera escrita en alguna parte y fuera posible llegar a ella y descubrirla, el vértigo que produciría la comprensión de la existencia humana y del naufragio de la Historia, harían insoportable la imposibilidad de perder la memoria y de volver a recuperar la inocencia perdida.
Dudemos, pues, convivamos con la duda, la duda como método, como protección ante las aristas de la verdad, pero no como problema a eliminar, una vez resuelto.
Caminemos ligeros, pero sabiendo que ni andamos por un camino de perfección, ni el camino conduce a parte alguna. La duda es una tabla de salvación.
Mi primera consideración acerca del pintor Luciano Esteban me ha hecho derivar hacia un problema que forma parte de las normales contradicciones del ser humano y al que creo que Luciano no es ajeno, pues su intensa y constante búsqueda en muy distintas líneas, da a entender que confía en encontrar, algún día, la luz, el tesoro, la paz, el alma de la pintura...
Más de una vez he dudado si la pintura es para Luciano una amante complaciente, un ama dominante o una esposa frígida y esquiva. Tal vez la pintura tenga, al menos, tres caras, pues el pintor vive intensamente su relación de amante, de esclavo y de esposo; la goza, la sufre y la vive.
Lo primero que puedo decir de Luciano Esteban es que su actitud como pintor es honesta. Aunque pasa por ser autodidacta, se ha preocupado por su formación, en un permanente e insaciable deseo de aprender y descubrir.
Es posible que esa obsesión por querer probar todo, por querer hacerlo todo, haya dispersado, en algún momento, su indudable madera de pintor. No se puede mantener varios flancos abiertos en la realización plástica mientras la mente urde otros tantos.
Por eso esta exposición excluye toda una extensa serie de realizaciones con materiales encontrados, diseños para la industria y múltiples proyectos a partir de los más diversos materiales.
Luciano Estaban sabe muy bien que no ha llegado a la meta, que no hay ninguna meta. Pero ha hecho camino y piensa seguir caminando.
Sabe que su primera exposición individual en Segovia, sin dejar de ser un hito en su vida, como encuentro con su ciudad y como un desnudarse ante sus conciudadanos, a los que muestra su obra por primera vez, no es más que una meta volante, un paso más en el crecimiento como persona y como pintor.
Luciano ha ido dejando huellas en el camino. Ésa es la misión del pintor, andar, pintar, trazar caminos sobre el lienzo, dejar huellas de color por donde pasa.
Los orígenes de la pintura de Luciano Esteban son de una figuración expresionista con tonos existenciales, unas veces desgarrada, mostrando la caduca materialidad de la carne, y otras, más optimista y esperanzada, a partir de una visión monumental del cuerpo femenino.
La serie denominada Ciudades, es una síntesis entre informalismo y geometría, donde la contundencia y la autonomía de la pincelada sólo puede compararse con Pierre Soulages. Mantiene también, esta serie, una ambigüedad basada en la leve sugerencia figurativa que parte del carácter constructivo de las disciplinadas y perfiladas manchas.
De un carácter más unitario, con indudable alusión auroral o crepuscular, son los paisajes de bajo horizonte, en realidad estudios abstractos sobre gradaciones de luz, a veces con atrevimientos como el que mereció el Primer Premio Nacional MIR de Pintura.
La serie abstracta de pequeño y mediano formato, denominada Serie Color, de carácter totalmente informalista, es, sin duda, la más arriesgada, como siempre ocurre con este tipo de pintura que renuncia a los asideros de los signos o de la geometría.
Entre unas y otras realidades, entre unas y otras propuestas, están los trazos que indican el camino del pintor. Él es quien debe elegir.
Sea cual sea su elección, sólo le espera el caminar.
Nunca, ni él ni nosotros, sabremos si la elección fue la correcta y la adecuada. Correcta... ¿según qué criterio? Adecuada... ¿para qué?
Pero yo confío en que siga caminando con una duda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario