CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 26 de octubre de 2011

Antonio de Torre, Antonio Tanarro y Rosa Blanco. FOTOGRAFÍA, VICIO Y VERDAD



Crítica de arte
Fotografía, vicio y verdad

Fotografías de Antonio de Torre, Antonio Tanarro y Rosa Blanco. Casa de los Picos. Hasta el 31 de julio.

Jesús Mazariegos

 El acto de ver fotografías puede ser uno de los pasatiempos más placenteros, aunque siempre con el riesgo de recibir una bofetada en cualquier momento; una bofetada procedente de la foto inesperada, de la tragedia olvidada, de la persona que amaste, de la persona que se fue, de ti mismo más viejo, más calvo y más gordo. Aun corriendo estos riesgos, ver fotos es un vicio adictivo y estresante, sobre todo cuando pasan ellas solas por la pantalla, como ocurre en la pantalla instalada en el patio de la Casa de los Picos. Otro vicio menos frenético y no menos placentero es ver las que hay colgadas en la pared, paseando tranquilamente por el zaguán o por el patio cubierto de la Escuela de Arte, deteniéndose en cada una lo que uno quiera, o saltándose la que nos da mal rollo o nos refresca un recuerdo que ha costado olvidar.
Las fotos acechan los pliegues de nuestra memoria. Las fotos de prensa nacieron para ser flor de un día, pero unas cuantas, las de la pantalla electrónica, mucho más las enmarcadas y no digamos las del catálogo, se convierten en imagen indeleble, en marcadores privilegiados de nuestra memoria, en señuelos de los recuerdos, en selección de lo que será más fácil recordar o más difícil olvidar.
Si las fotos de los reporteros del Norte, Antonio de Torre, Antonio Tanarro y Rosa Blanco vienen a ser como la historia gráfica de la ciudad, teniendo en cuenta que, como dice Adam Schaft en su libro ‘Historia y Verdad”,  la Historia no es ni puede ser objetiva, aunque siempre hay que procurar intentar que lo sea, sería interesante ver si el reporterismo gráfico sintoniza con la manera moderna de hacer historia.
El motivo de atención del historiador hace años que se centra más en las masas anónimas que en las minorías gobernantes, más en las condiciones de vida de la población y menos en los intríngulis familiares de la élite en el poder, más en lo cotidiano que en lo excepcional, más en la normalidad de la paz que en la anomalía –mejor anormalidad- de la guerra.
            Veamos si estos fotógrafos hacen la historia gráfica de la ciudad conforme a las tendencias historiográficas modernas, es decir, si se fijan en la vida cotidiana de toda la población como enseña la Escuela de los Annales, si descienden a lo particular y a lo pequeño como quiere la Nueva Historia Narrativa. Veamos si reflejan que Segovia no sólo son los políticos  los militares, los curas, los hosteleros, los comerciantes, los empresarios y los sindicalistas. Segovia somos también todos los demás, los recién nacidos, los que trabajan en silencio, los niños, los viejos, los enfermos, los parados, los inmigrantes y, a ratos, los turistas.
Aplico métodos cuantitativos elementales, es decir, que cuento las fotos que hay de cada clase, hago una clasificación sin demasiado rigor, subjetiva, incluso apasionada, que es como suelen clasificar los críticos, y veo con satisfacción que abundan las fotos de personajes anónimos, que no es lo excepcional sino lo cotidiano lo que los objetivos de El Norte han seleccionado, que los políticos salen lo justo, que interesan más las personas que las cosas, que abunda la gente de fuera, que proliferan la cultura y el deporte. Bien. Y además las fotos están muy bien hechas. Faltaría...

No hay comentarios:

Publicar un comentario