CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 26 de octubre de 2011

Jóvenes artistas murcianos. LAS DIFUSAS FRONTERAS DE LO TRIDIMENSIONAL


Crítica de arte

                   Las difusas fronteras de lo tridimensional

Escultura y cerámica. Jóvenes artistas murcianos. Casa de los Picos. Hasta el 20 de diciembre.


Jesús Mazariegos

         Las fronteras del arte contemporáneo, mucho más que las de la ciencia, son cada vez más inconcretas y difusas, tanto entre lo que es y lo que no es, como entre unos y otros modos de expresión. La exposición Murcia Joven 99, en la que pueden verse las obras de quince artistas murcianos cuyas edades oscilan entre los 20 y los 30 años, trae a colación un par de dudas que se plantean con cierta frecuencia. No son dudas a resolver sino dudas huidizas y constantes, que son las que más enseñan. La primera aspira a discernir con claridad entre arte y artesanía; la segunda pretende deslindar con cierta precisión los respectivos campos de la escultura y de la cerámica, al menos para no dudar demasiado a la hora de elegir los términos adecuados del lenguaje hablado.
        El primer dilema es insoluble por definición desde el momento en que, hoy por hoy, no es posible definir lo que es el arte. La confusión entre arte y artesanía no se debe a que los artistas intenten parecer artesanos, aunque en este caso pudiera parecerlo; son, en realidad los nuevos artesanos los que parecen haber roto los límites de su campo, como puede verse en las frecuentes ferias donde la creación, no siempre afortunada, domina sobre la tradición propia de la artesanía. Pero ¿acaso existen de verdad artistas y artesanos? ¿Es que la condición de artista tiene algo que ver con el D.N.I.? ¿No dijo Duchamp que todos podemos ser artistas? Aunque, por otro lado, ¿no estará ocurriendo que muchos jóvenes, a la hora de elegir su camino, vean más posibilidades de supervivencia en el mercado de la artesanía, mucho más ágil en España que el raquítico mercado del arte? Lo mismo cabe decir respecto al diseño y la moda.
        La duda sobre los límites entre escultura y cerámica surge a partir de la utilización, por la escultura moderna (y también en el ámbito de la pintura) de nuevos materiales que dan paso al concepto de lo tridimensional. Por otra parte, la cerámica se ha ido aproximando cada vez más a los dominios de lo escultórico, si bien es cierto que ya en el arte cuaternario hubo modelado en barro y que ahí están los revestimientos cerámicos del Asia Anterior y las terracotas helenísticas conocidas como “tanagras”. Aunque lo más propio de la cerámica son los vasos, es decir, los cacharros, nunca han sido su único campo.
        Entre los considerados escultores, Concepción Munuera, con su Nautilus, es quien mejor encaja con el concepto sculpere, en tanto que a Óscar Ferré le acredita como tal el uso del hormigón (si en este caso el material decide el género, no hay que olvidar que el modelado en barro es el primer paso del escultor; ni tampoco que la cerámica es un arte del fuego). Clara Boj y Raúl León usan objetos encontrados con clara intención conceptual. Los paneles de Mª Elena García son cerámica en tanto que son de barro y escultura por su estado crudo, mientras que su planitud no es menor que la de muchas pinturas.
               Entre los ceramistas, José Manuel Pérez se asimila al informalismo pictórico, aunque sea sobre azulejos, en tanto que José Antonio Ortiz, con su escultórico Islero, hace un claro homenaje, no sé si a Manolete, pero sí, desde luego, a Umberto Boccioni y al dinamismo futurista. José Emilio Cuerda con sus atrevidos personajes, Ascensión Frutos y su mural de ladrillos, y Maribel Sahuquillo con sus vasos troncocónicos, son quizás los que mejor encajan en un concepto moderno de la cerámica. El caso de Virginia Bernal, cuya propuesta me parece de las más interesantes, escapa a las coordenadas de la exposición, entroncando más con cualquier otro medio expresivo que con los que aquí se presuponen. El carácter hondamente conceptual de sus Luminoescritos, se expresa sobre el papel de un libro poco convencional, un libro que mejor hubiera estado sobre una mesa, con un cartel que indicase “se ruega tocar, ojear y hojear”.

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