Crítica de arte
El buen fluir de la pintura
Jesús Mazariegos
Querida Ángela.- Tú sabes que sólo existe el
presente. La frase anterior ya es pasado y el futuro sólo existe en el instante
en que deja de serlo. Decía Heráclito que todo fluye. El tiempo es inexorable y
todo el universo y tú y yo estamos sometidos a su tiránico poder. Los relojes
miden el desgaste, el deterioro, la oxidación, la ruina. Sus manillas, sin
parase, anotan tus risas y tus lágrimas, miden las horas de tu cuadro y cuentan
los cuadros de tu vida.
Cuando regreses a Bilbao ya no serás la
misma. El fluir del tiempo dejó pasar otro curso de paisaje distinto a todos.
Ni el curso ni vosotros ni nadie son ya los mismos. Creo que todo ha mejorado y
aquí queda dicho. En la exposición, sin precios a la vista, también los cuadros
han tenido un cierto fluir, pero los muros de la Casa de los Picos no se han
desnudado antes de tiempo y sólo he visto a un pintor en cierta actitud de
tendero. Creo que todos estabais pendientes de las miradas. Yo también. Los
visitantes mirábamos los cuadros, vosotros mirabais las miradas mientras el
fluir de la sangre nos permitía que otras secreciones dispusieran la suerte de
las emociones.
De Vicent Ricós me llaman la atención sus encuadres oblicuos
y fragmentarios. A Esther Gómez la veo detallista y con gusto por lo
pintoresco. Me gusta ver su ropa tendida. Luis Pastor pinta de modo distinto
según el tema; me quedo con sus planos más amplios y sus colores más libres. La
pintura de Alberto Romero la encuentro muy equilibrada entre la limpidez de los
contornos y la soltura de las superficies. Su habitación seguro que nos trae el
mismo recuerdo.
Me gustan los collages de Ana María García
aunque en esta ocasión concreta me parece discutible utilizar ese único
recurso. Algo parecido cabría decir de Ana María Rivero, pero es capaz de
integrar muy bien su clara inclinación conceptual a partir de los números y las
letras que habitan la arquitectura y son como las etiquetas de los muros.. De
los cuadros de Itzíar Rincón no diría que son paisajes y, aunque su rosa tras
la reja es como una trampa para ilusos, acepto la estridencia de sus colores y
ese amor a las canales que también profesaban Rembrandt y Bacon. Su conejo
desollado me lleva de nuevo a la habitación de Alberto Romero y al recuerdo de
Antonio López.
Sonia Casero parece usar una única lente, es
decir, un mismo nivel de detalle o una misma amplitud de pincelada, de modo que
los formatos grandes dan un resultado figurativo y los pequeños, valientes,
rozan la abstracción. De Vanessa Ramos lo que más me gusta son esos paisajes
casi abstractos, hechos a base de poderosas pinceladas oblicuas. Las obras de
Miriam López son mejores cuanto menos insistidas, aunque es posible que yo no
sea receptivo a la violenta tensión de sus cuadros. Esa sería también una
cuestión de flujos y de humores, un problema mío.. A Iván Albalate se le da
mejor la naturaleza que la arquitectura, muy trabajada y algo subida de color.
De Simón Arrebola, sólo he visto los abigarrados cuadros-clon de la Calle Real.
Enrique Jiménez hace pinceladas netas y
consistentes, y tienen un cromatismo que parece aportarle una cierta pátina y
conectarlo con la tradición decimonónica, dicho sea en el mejor sentido. Las
obras de José Luis Maravall poseen una base cezanniana que aspira a ordenar el
mundo, recordando, quizás, las propuestas que el maestro de Aix escribió en su
conocida carta a Emil Bernard. El resultado es de quietud, soledad y silencio
monásticos. Carlos Sosa vuelca su tensión y su materia en los grandes formatos
para calmarse en la geometría arquitectónica de los pequeños. Eduardo Millán es
mejor cuando menos insiste y domina bien las distancias cortas. Urtzi Ibarguen
parte de los presupuestos de la abstracción americana y lo aplica al paisaje
con desiguales resultados. Desiguales porque arriesga, como debe ser. Las obras
de José María Yagüe destacan por su formato y su contundencia plástica. Cuidado
con las modas. Los cuadros de instalaciones industriales más o menos sombrías
están en pleno furor..
El las arquitecturas de Vanesa Roncal vale,
mucho más que su precisa claridad, el libre recrearse en detalles que no son
sino invenciones sutiles que su fuerza interior hace posible, con resultados a
veces impregnados de magia. Bueno, sólo me quedas tú, desconocida Angela
Moreno, ya sabes. Tus cielos amplios me recuerdan a Constable pero cuando
pintas cosas más cercanas tus cuadros esconden mil secretos y no se sabe si sus
puertas y sus pasadizos conducen a una cárcel o a un paraíso. Es posible que tus
ojos lo sepan. Y esto también se ha convertido en pasado. En todo caso, siempre
nos quedará Bilbao.
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