En este blog pretendo dar a conocer la mayor parte de mis escritos, publicados en prensa y revistas, libros, recursos didácticos,incluso relatos y poemas. También estarán presentes el mundo del Parkinson y los amigos.
lunes, 31 de octubre de 2011
Jesús González de laTorre. IMÁGENES DEL PENSAMIENTO
CRÍTICA DE ARTE
Imágenes del pensamiento
Jesús González de la Torre. Pintura. Galería Claustro. Segovia.. Hasta el 25 de agosto.
JESÚS MAZARIEGOS
A estas alturas de su carrera, el motivo que induce a Jesús González de la Torre a mostrar sus obras, después de 50 años de haber hecho su primera individual en esta ciudad, no es el ánimo comercial ni el ansia de popularidad ni el deseo de alimentar la vanidad humana. Tras una larga vida dedicada a la pintura, su única razón exponer es poder contemplar la convivencia y la armonía de sus obras con el espacio monástico de un claustro, de un espacio cuyos arcos conservan en su pétrea memoria el sonido de los pasos graves de la madre abadesa y los gritos reprimidos de las novicias de la concepción franciscana. Ciertamente, la pintura Jesús de la Torre parece haber nacido para colgar en piezas conventuales, en galerías transitadas por hábitos y tocas, en obradores silenciosos donde la boca ora, la mano labora y la mente sueña con tierras ignotas, ciudades celestes y vidas perdurables.
He visto muy pocas pinturas más francas porque he visto pocas pinturas más sobrias y más libres de efectismos y truculencias. El pintor aprecia la vida pero gusta de contemplar el cielo y extasiarse ante la grandeza del Universo. Por eso es humilde y se postra ante la creación con un respeto reverencial. Esa humildad sólo puede expresarse mediante una pintura libre de cualquier artificio, una pintura sin tramoya alguna, hecha con artesana dedicación, casi rudimentaria, primitiva y pobre. Primitiva en el mismo sentido que Giotto o Fra Angelico son primitivos y pobre con el significado que le daba Esteban Vicente en un artículo titulado precisamente, “La pintura tiene que ser pobre”.
El ojo y el espíritu agradecen esta pintura esencial, en medio de tanta novedad vacua, de tanta forzada originalidad, de tanto recurso multimedia. Jesús González de la Torre, como un monje astrónomo y cartógrafo, no pinta constelaciones sino cartas astrales, no paisajes sino mapas antiguos con montañas convencionales redondeadas como pétalos, ínsulas voladoras y errantes, signos cabalísticos e imágenes arquetípicas.
Es la pintura de lo invisible, de lo que no es. Lo que Jesús de la Torre pinta sólo existe como imagen pintada, de modo que ha ido inventando un mundo irreal entre la tierra y el cielo, entre la razón y la mística, entre el lienzo y el espíritu. Por eso pinta los marcos de los cuadros en el mismo lienzo, dejando, a veces, un espacio nebuloso intermedio entre el límite del lienzo y el marco pintado, entre la realidad y la ficción.
La sabiduría pictórica de este maestro tiene algo de alquímica, de cabalística, de mágica, por lo que el pintor ha tenido trato, sin duda, con Ramón Lull, con Saint Germain, con Marsilio y con Pico. Utiliza los signos del cristianismo y de la tradición bíblica para hacer comprensible su panteísmo; esos símbolos sólo son detalles que acompañan las grandes imágenes de la noche constelada, del tenebroso vacío del cosmos, de los desiertos manchados pos la sombra de una nube tras la cual ya no camina pueblo alguno.
La exposición de González de la Torre es un vehículo de trascendencia que hará no pocos creyentes que vengan a compensar los descreídos que las pastorales provocan. Creyentes en el orden del Universo, creyentes en la Humanidad, en el bien, en la armonía, que algo así debe ser el dios en el que a muchos les gustaría creer.
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