Crítica de arte
Siete creadoras
I.
Albornos, M. A. Cid, N. Estaire, G. García, E. Herrero, A. Mediavilla y A.
Urda. Cerámica, vidrio, pintura y textiles. Casa de los Picos. Hasta el 7 de
enero.
Jesús Mazariegos
Las siete
mujeres que exponen en La Casa de los Picos, segovianas y formadas en esta
Escuela de Artes, se diferencian en los medios expresivos que utilizan y en sus
edades, deducibles de las fechas, cada vez más infrecuentes cuando se trata de
artistas “as”, que han tenido la cortesía de hacer constar en el catálogo.
Ellas conocen los frutos de la madurez, cada una en su grado de sazón, y saben
que los años no sólo sirven para cumplimentar documentos.
Con el mismo rigor alfabético que el
díptico de presentación enumera a estas siete creadoras con manos, pero en
sentido inverso, recorramos de nuevo una exposición cuyos precios son tentadores
incluso para los que seguimos tirando (en su acepción de arrastrar, tensar o
estirar; no seguido de “la casa por la ventana”).
Alicia
Urda es la única que se expresa con los medios de una de las artes consideradas
mayores o especialmente nobles. Su paisaje de Segovia (Verano), además de respirar la calma de las obras de Luis Mayo,
tiene mucho de obra paciente y minuciosa, a punto de alcanzar la unidad, si no
fuera por el discutible contraste textural de su zona inferior derecha.
Primavera, con una concepción más tradicional y con un cromatismo muy de la
España de finales del ya antepasado siglo, está tan bien resuelto como Otoño, sin que me quede ni un pero para
este último.
Alicia
Mediavilla hace diseños sobre seda que son un prodigio de gracia y de
equilibrio, con la justa tensión entre el contraste y el color conjunto. Una
buena reflexión la que pueden hacer ante su pañuelo tenso, enmarcado, quienes
admiran justamente los estampados e imaginan dificultades cuando están ante un
cuadro abstracto.
Eva
Herrero despliega la oronda calma de sus terracotas femeninas, no sé si
criticando o añorando su ociosa exuberancia. Seguramente ninguna de las dos
cosas. Los esquemáticos y dinámicos diseños antropomorfos sobre azulejos, no
por familiares resultan menos atractivos.
Genoveva García se expresa muy bien
con el vidrio, conjugando las formas sumarias y las calidades cerúleas de esos
gatos que, aun dormidos, reclaman nuestra mano. Elegantes son también sus otras
piezas de vidrio, aisladas o integradas en módulos industriales. No así la
mayor parte de las casitas de cerámica, porque responden a patrones
estandarizados y trivializados que se compran en los bazares y se reparten en
los bautizos, y porque son decididamente kitsch.
Nieves
Estaire, en sus personajillos de terracota, parece homenajear el magisterio de
Santiago Delgado, mientras en recrea la herencia de Picasso en un bello jarrón
y se muestra brillante en sus diseños más arriesgados.
Mª Antonia
Cid hace alfombras y tapices; piezas tradicionales, lisas y con dibujos
geométricos, o verdaderas esculturas en lana, con volúmenes y con vacíos y con
temas vegetales. Todas tienen como factor común un diseño sólido e imaginativo.
Inmaculada
Albornos parece inspirarse en culturas primitivas, siendo la espiral una forma
a la que su repetición no le impide mantener su ambivalencia. Pero esa espiral
no es la nórdica y céltica, esa espiral procede de la cultura mediterránea y
podría rastrearse en las culturas del Egeo, especialmente en el mundo cretense.
Una
exposición cercana, variada, interesante y comprensible, y en la que no es
necesario haber tenido especial fortuna, últimamente, para poder comprar alguna
pieza.
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