CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 26 de octubre de 2011

Certamen de carteles Caja Madrid, 2003. TODO VOLUNTAD


Crítica de arte

   Todo voluntad

Certamen Nacional de Carteles Caja Madrid 2003. Casa de los Picos, Segovia. Hasta el 15 de noviembre.


Jesús Mazariegos

          Los carteles suelen tener como norma la combinación de la imagen con la palabra escrita, apoyándose una a otra, complementándose o, como en el caso del cartel ganador de este certamen, uniéndose indisolublemente para dejar de ser imagen, dejar de ser palabra y convertirse en un nuevo signo jeroglífico que las contiene a las dos: Un signo ‘más’ con un punto encima, se convierte en ‘T’ y en ‘I’ (i), para decir “Más de ti”. Pero, como todo jeroglífico, lleva la solución en letra pequeña. De lo contrario, sólo veríamos un signo ‘más’ con un punto encima.
          Cuando se quiere ser persuasivo, no hay la menor duda de que unos lenguajes funcionan mejor que otros. En el primer aniversario de la Revolución Rusa, Malevich preparó un decorado de grandes paneles metálicos. La indiferencia popular fue suficiente para darse cuenta de que, si se quería persuadir a las masas, había que ponerse a hacer estatuas de Lenin, cuanto más grandes, mejor.
          Recuerdo haber visto, hace unos años, en el vestíbulo de la Clínica Puerta de Hierro, a la entrada, de varios metros de lado que, en letras enormes, rezaba: “ESTÁ USTED EN UN HOSPITAL. PROHIBIDO FUMAR”. No se podía decir más alto ni más claro, por muchos cartelitos de cigarrillos tachados que se colocaran en la pared.
          Por, eso creo que, en lo que se refiere a mensajes claros, inequívocos y directos, tiene razón uno de los carteles de esta exposición cuando dice “Una palabra vale más que mil imágenes”; se refiere a la palabra ‘voluntario’. En la misma línea, otro cartel afirma: “Sobran imágenes, faltan hechos”.
          La muestra de carteles se reparte entre los predominantemente plásticos, visualmente superiores, ingeniosos, como el ganador, oscuros como el accésit de los puntos cardinales, obvios como la torre de palabras que suple la pata de una silla o el de las manos entrelazadas y algunos más.
          Ahora que un presidente ha puesto de moda el “cuando toque”, me parece especialmente oportuno el cartel que, en la jerga de los mensajes a móviles, dice “T TO K”, cuya claridad hace innecesaria la trascripción. Estas tres sílabas me recuerdan aquella canción de Aute que empieza: “Decir ‘espera’ es un crimen, decir ‘mañana’ es igual que matar”.
          Un buen equilibrio entre palabra e imagen es el que muestra un laberinto lleno de nombres de persona, con la imprescindible leyenda: “Si entras, saldrás ganando”. Quizás el más literario y, posiblemente, uno de los más eficaces es el que reclama la atención del espectador con un “Soy Dios”, cuya aparente irreverencia queda disipada por la enumeración de las cosas que uno puede hacer por los demás. A pesar de todo, sigo dudando de la eficacia de los mensajes bienintencionados. Recuerdo las palabras de Rafael Alberti: “Qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua”.

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