CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

lunes, 31 de octubre de 2011

Carlos de Paz.MUDANZA

CRÍTICA DE ARTE Mudanza Carlos de Paz, Ttastotocado. Pintura y objetos. Galería Claustro. Segovia. Hasta el 27 de febrero.
JESÚS MAZARIEGOS Hace mudanza quien traslada sus enseres a otro lugar y hace almoneda quien los pone a la venta. En primavera muda de piel la serpiente y de pluma el ave. Muda su vida el inconstante y su camino quien ha perdido el Norte. La mudanza hecha arte despierta enmi interior el arte de la mudanza. No me refiero a la del camaleón que muda su color ni al tránsfuga que muda por conveniencia; tampoco me refiero al arte de subir muebles con garrucha o ni al de bajar sofás por la escalera. Me refiero a la renovación del fondo interior de las estanterías más profundas del alma, al replanteamiento del camino si se está desorientado, al cambio de planes si se ha naufragado, a la permanente disposición a para viajar, a mudarse de ropa, de casa, de mesa o de cama. Así ha sido la Historia, así es la vida y así es el arte. Nunca entendí a Parménides, ni los principios inalienables ni el amor eterno ni las adhesiones inquebrantables ni ninguna de las múltiples variedades del piñón fijo. “Nada es, todo cambia”, decía Heráclito mientras veía pasar las aguas desde la orilla del río. En esta exposición, la pintura domina numéricamente y reconstruye de una forma sinóptica una buena parte de la trayectoria de Carlos de Paz, sin olvidar los objetos tridimensionales. Se trata de una pintura expresionista y abstracta pero con una gran carga conceptual aportada por los iconos figurativos que constituyen el polo magnético de cada composición. Son, sin embargo, algunos de los objetos tridimensionales los que aportan a la exposición su peculiar carácter. Se trata de objetos que forman o formaban parte de los enseres domésticos del artista, sin otra intervención que la descontextualización que sufren al asociarlos con otros objetos o, simplemente, al cambiarlos de lugar. Una de estas piezas es ‘La partida’, que consta de una mesa de salón y dos sillas que son la mesa de su salón y sus dos sillas, convertidas ahora en esculturas que representan a una mesa y a dos sillas, copias exactas de sí mismas, objetos sin función intelectual ni digestiva. Esa mesa, que ha pasado de ser un objeto sagrado a ser sólo una obra de arte, es ahora el escenario de una batalla sorda que pequeños seres parecen librar sin demasiada violencia pero con obstinada terquedad. Una exposición sorprendente, fetichista, obsesiva. Un ‘estriptis’ mucho más impúdico que la desnudez, un enseñar las entretelas del alma o, como dice José María Parreño en el epílogo del catálogo, la imagen de “una biografía en obras”.

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