CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

lunes, 31 de octubre de 2011

Isabel Rubio. COMO POMPAS DE JABÓN

CRÍTICA DE ARTE Como pompas de jabón De lo que callamos. Isabel Rubio. Pintura. Galería Claustro. Segovia.. Hasta el 2 de noviembre
JESÚS MAZARIEGOS Sutiles, delicadas y transparentes; así son las obras que Isabel Rubio (Salamanca, 1966) expone en la galería Claustro; ingrávidas, como las machadianas pompas de jabón. La obra de esta pintora afincada en Segovia desde hace casi una década, es como una metáfora de sí misma, pura ingravidez y ligereza, pura sensibilidad. Sus cuadros, de colores luminosos, dejan al descubierto gran parte del lienzo, generando formas, unas veces completamente abstractas y otras a punto de concretar un fantasma de lo real, al menos para el espectador propicio a este tipo de tentaciones. Así, si me dejo llevar por el ansia referencial e interpretativa, veo formas que me recuerdan la representación de sistemas de circulación linfática u otras imágenes orgánicas entre las que se repite con insistencia una forma gástrica asociada a aparentes conductos que avalarían una interpretación biológica y somática de esta pintura. El título de la exposición, “De lo que callamos”, inclina más a entenderla como una reflexión consciente y cifrada, de contenido autobiográfico e introspectivo. Lo que callamos, si realmente no queremos revelarlo, no hemos de contarlo por medio de la escritura ni mediante las imágenes. Por eso parece que Isabel Rubio escribe su propio diario en clave secreta, de manera que le sirva de desahogo propio sin que el observador pueda alcanzar a distinguir los detalles. Como dice José María Parreño en el texto del catálogo, esta pintura es como “el forrillo que le ponemos a la realidad, para que su dulzura o su aspereza insoportables no nos fulminen, si por descuido nos roza”. Si esa realidad sobre la que reflexionamos no es otra que la imperfecta máquina del cuerpo, sus necesidades y esclavitudes, su tangibilidad y su contingencia, si la realidad conoce el dolor, ese forrillo resulta estrictamente necesario, tanto para el artista como para el espectador. Los dibujos, no por ser pequeños y ejecutados al grafto, han de ser considerados como automáticos. Creo que son dibujos al menos tan controlados como las obras grandes con color. En éstas últimas, alternan, como soporte, el lienzo y la lámina de poliéster. De este material flexible y traslúcido, obtiene Isabel un gran rendimiento, explotando sus cualidades lumínicas y su maleabilidad, llegando a rebasar, ya no el sentido tradicional del cuadro como soporte pictórico, sino superando ampliamente la idea del plano, emulando, en algunas obras, aquella escultura polimorfa de Duchamp, que uno podía disponer a su antojo, como quien hace pliegues curvos y ampllios, o espirales con una tira de papel. La pintura de Isabel Rubio es como la bella caligrafía de una lengua que no alcanzamos a traducir, pero de la que conocemos la fonética. Por el tono de la voz que nos habla en esa lengua, conocemos su estado de ánimo y sus sentimientos. Isabel nos cuenta sus cosas; no lo entendemos muy bien pero su voz suena clara y cristalina. Sus palabras nos hablan de lo breve y quebradizo que es todo, efímero y frágil como una pompa de jabón.

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