Crítica de arte
El arte de la cerámica
Chama, Pepa
Jordana y Andrés Oslé. Cerámica. Casa de los Picos. Segovia. Hasta el 13 de
Diciembre.
Jesús Mazariegos
Esta
exposición organizada por el Colectivo de Ceramistas Segovianos (COCERSE)
-apropiadas siglas sin duda- y patrocinada por Caja Madrid, coincide en el
tiempo con la feria de cerámica, lo cual me hace reflexionar sobre tan
distintos medios que la cerámica usa para relacionarse con el público, la sala
de exposiciones y el mercadillo callejero. Por supuesto también me plantea el
eterno problema de las difusas fronteras entre arte y artesanía y sobre la
concreta situación de la cerámica a este respecto.
Con demasiada frecuencia he comprobado
que cuando un ceramista se empeña en parecer artista a toda costa, lo primero
que hace es dejar de hacer cacharros que siempre fue lo suyo, se dedica a hacer
lámparas, relojes, murales u otras cosas a veces dignas de la galería de los
horrores. Realmente no consiste en hacer cacharros o no sino en hacer buenas o
malas piezas. Eso es cuestión de gustos y hay gente para todo y gustos para
todos. Pero no nos engañemos, hay cosas hechas con buen gusto y otras no tanto.
Y entre una y otra cosa hay una gran diferencia, y entre el buen gusto y el
sublime, un abismo.
La
exposición de Chama, Pepa Jordana y Andrés Oslé en la Casa de los Picos, en la que
la cerámica es asimilable a la escultura, se mueve en unos parámetros libres de
estridencias, con piezas técnicamente cuidadas y estéticamente muy apreciables.
Es cerámica entendida como escultura, es decir, lo que, en casos como las
tanagras helenísticas o los sarcófagos etruscos llamamos terracotas, lo mismo
que muchas obras de Luca de la
Robbia. Los paneles de Pepa Jordana, con una especie de
mirilla hacia el otro lado, combinan los distintos planos con un rigor
oteizano, mientras que los discos de Andrés Oslé afirman su presencia
respaldados por as calidades conseguidas en su superficie.
Las obras de
Chama ya tuvimos ocasión de verlas en enero del año 2000. Desde entonces, sus
formas características e inconfundibles se han mantenido y, en ocasiones, se
han hecho mucho más arquitectónicas, ensamblándose a veces en un soporte
metálico que crea líneas de fuerza y tensión que, en algún caso, puede recordar
a Feliciano. Esas formas que constituyen lo más característico del Arte de
Chama, tienen algo de ariete y de vaina de una legumbre desconocida, pero
también tiene algo de féretro para largas distancias, de torpedo y de misil;
incluso hay quien encuentra referencias fálicas. Sea lo que fuere, me hace
pensar en un contenido misterioso. Innovadoras y brillantes propuestas las de
estos tres ceramistas que hacen que a la cerámica se le llame 'arte' con toda
propiedad.
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