CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

lunes, 31 de octubre de 2011

Keiko Mataki. ENTRE JAPÓN Y CUENCA

CRÍTICA DE ARTE Entre Japón y Cuenca Keiko Mataki. Rocaluna. Pintura. Galería Claustro. Segovia. Hasta el 10 de abril. JESÚS MAZARIEGOS Cuando los filósofos presocráticos fijaron su atención sobre lo tangible, bien fueran los cuatro elementos de Anaximandro, bien las proporciones geométricas de Tales, bien el triángulo rectángulo de Pitágoras -a pesar de su música de las esferas y de su aversión a las habas-, superaron el mito y sentaron las bases del pensamiento racional basado en lo tangible. Del mismo modo, los artistas griegos se centraron en el cuerpo humano hasta codificarlo en un modelo basado en la medida y la proporción. Desde entonces, las aportaciones geométricas germánicas al término del mundo antiguo y las del arte africano y oceánico a principios del siglo XX, trastocaron el núcleo clasicista. Hay, pues, una saludable y enriquecedora contaminación no sólo del racionalimo sino de la concepción clasica del arte. Hoy lo oriental está presente en nuestra cultura en lo relativo al cuidado del cuerpo y de la mente, entre otros campos. En el arte, la influencia de la caligrafía y del paisaje chinos son notables, en tanto que un pintor como Tàpies no deja de hacer alusiones al zen. Todas estas manifestaciones conservan su identidad de origen y, a pesar de la globalización, hay siempre algo que las distingue de lo autóctono. Keiko Mataki es una artista japonesa que vive en Cuenca y, aunque en su pintura se percibe su origen oriental, no es menos cierto que ese mismo arte, salvo pequeños detalles, podría haber salido de las manos de un occidental. Su arte posee una potencia cromática poco común, abundando en colores ácidos y construyendo sus obras al margen de cualquier cosa que tenga que ver con la figuración o con la representación ficticia del espacio. Las únicas alusiones a la realidad podrían ser las vegetales, pero ya más cerca de lo geométrico que de lo orgánico. La idea de lo dinámico, de lluvia de estrellas, de granizos o de aerolitos, está presente en muchos de sus cuadros. En ese expresarse con formas no referenciales, incluye esculturas en forma de tubo, o tubos considerados como esculturas, en la opción sencilla de un tubo inclinado pintado por dentro y por fuera, o en opciones de tubos más anchos que incluyen un juego óptico basado en el calidoscopio. Quizás lo más llamativo de la exposición sean los numerosos objetos tridimensionales pinta-dos, presentados en series, unas veces amorfos y otras basados en el cuerpo geométrico conocido como ‘toro’. Cabría preguntarse hasta qué punto son estas obras percibidas como orientales y hasta qué pun-to lo son, en un mundo globalizado también en lo que a la plástica se refiere. Lo que sí está claro es que la obra de Keiko Mataki es ajena a lo que se conoce como ‘estética de Cuenca’, en referencia al lenguaje de Torner, Zóbel y Rueda, fundadores del Museo de Arte Abstracto español en aquella ciudad hermana.

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