CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 26 de octubre de 2011

Pintorespensionados. PINTURA VIVA, ¡VIVA LA PINTURA!


Crítica de arte
Pintura viva, ¡Viva la pintura!

Pintores pensionados del Palacio de Quintanar. Pintura. Casa de los Picos. Segovia. Hasta el 31 de Agosto.


Jesús Mazariegos

             Un año más, los pintores del curso de paisaje muestran sus obras en la Casa de los Picos. Después del Conceptual, del Povera, del Land, del Videoart, de las instalaciones y de las performances, uno se pregunta si tiene sentido aplicar colores en cierto orden sobre una superficie rectangular y plana. La respuesta, desde un punto de vista metafísico, podría ser negativa; pero la que me sale del alma, no sólo es afirmativa, sino que, al ver a los pupilos veraniegos de Ángel Cristóbal y Pompeyo Martín, renuevo mi fe en el rectángulo plano al ver cómo la pintura se muestra inagotable y proteica, incluso condicionada por el denominador común del paisaje.
             En un momento en el que ya no cabe hablar de escuelas ni tendencias, los distintos lenguajes de estos jóvenes pintores y pintoras, me inducen a agruparlos en categorías inventadas ‘ad hoc’, nada académicas, aunque sólo sea por no referirme a ellos en orden alfabético.
             El grupo más numeroso es el que podríamos llamar ‘los naturales’, con la enseñanza de Cézanne bien aprendida pero sin mostrarla de manera expresa. Entre el acierto temático y la precisión fresca y nada lamida de Gustavo Domínguez, están la soltura y las licencias gestuales de Noelia Antúnez, la bucólica placidez campestre y la vertiginosa vista urbana de Ramón Louro, las amplias y luminosas campiñas de Jorge Muñoz, y la franqueza de Mª Carmen Palomo, que resume el paradigma del grupo: un paisaje realista con una pincelada levemente disciplinada y constructiva. En el caso de Rocío Arévalo, la aplicación del color está terminada con toques  ligeros e insistidos, en busca de efectos texturales.
             Abundando en el carácter independiente de la pincelada, en su mayor autonomía y en un cierto efecto quebrado, con un muy buen resultado de fuerza, estaría el grupo de ‘los enérgicos’, formado por Ignacio Jiménez, cuyos contrastes de luz le proporcionan un tono dramático, por Javier Riaño, el cual, dentro de su fuerza expresiva, con constantes citas del informalismo, tiene tantos registros como cuadros pinta, y por Carlos Sosa, con obras de gran potencia, predominantemente monócromas, construidas a base de amplios golpes de espátula y originales texturas.
             Un tercer grupo surge de un tratamiento contrario al anterior, en lo que a la autonomía de la pincelada y a los contrastes se refiere. Es el grupo de ‘las nebulosas’ o ‘las atmosféricas’. Ellas son, Vanessa Estefa, donde la acuarela conserva su carácter líquido, fresco y caprichoso, con magníficas, sumarias y dramáticas visiones de la ciudad; María Carbonell en la que el aire, casi visible, trasciende la realidad aportándole cierta magia; Isabel Sola consigue delicados efectos con un fuerte sustrato dibujístico y ligeras veladuras.
             Participando de los parámetros vistos hasta ahora, pero utilizando varios o añadiendo alguno más, estaría un cuarto grupo de ‘heterogéneos’ o ‘multirregistros’, formado por Ondina García, que formula sus distintos lenguajes con la misma frescura y naturalidad, por Rocío Naranjo, que añade una visión ingenua y positiva del mundo, y por Miguel Montesinos, que comparte el carácter de los ‘enérgicos’ pero lo lleva a un nivel constructivo muy cercano a la abstracción y en formatos fragmentados.
             Antes del último grupo, veamos tres individualidades. El ‘constructivista’ por antonomasia es Antonio González, en el que una equilibrada geometría domina sobre una mínima referencia arquitectónica. Aitor Lajarín, en sus escenarios vacíos, representa la soledad del habitante urbano, en una línea similar a la tradición de Hopper. A Tomás Odión lo bautizamos como ‘neobizantino irónico’, por sus milagrosos iconos con dorados, y por la importancia que concede al contenido, impregnado de conscientes citas de Chagall y de discretas irreverencias tipo Sandro Chia.
             El último grupo, totalmente femenino, como el tercero, es el de las ‘expresionistas, abstraizantes y visionarias’. Más visionaria que abstraizante es Beatriz Sumelzo, de un expresionismo casi alemán, que hace respirar a los muros mientras el agrio colorido le aporta un acento dramático. Expresionistas, vibrantes y libres de color son los agitados paisajes de Aída Rubio. Hisae Yanase fragmenta su visión del paisaje en delicadas, intensas y silenciosas impresiones cromáticas, texturales y geométricas. Cristina Campo, al borde de la abstracción total, aplica pinceladas amplias y resolutivas, reduciendo al mínimo la referencialidad y mostrando una energía que recuerda a Guerrero. María Luisa López no es la más visionaria ni la más expresionista ni la más abstraizante, pero posee las tres cualidades y un ramalazo de visceralidad que hacen de su pintura una de las propuestas más personales.

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