CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

lunes, 31 de octubre de 2011

Amadeo Olmo. SIN TÍTULO

Sin título Amadeo Olmos. Galería Claustro. Hasta el 1 de Mayo Las poéticas del ascetismo pictórico se han movido, generalmente, en los terrenos de la pintura abstracta, más concretamente, la geométrica, existiendo memorables límites como erl famoso Cuadrado blanco sobre fondo blanco de Malevich, las últimas obras de Rothko o las de César Paternosto, que se han podido ver en nuestra ciudad hasta hace pocos días. No es frecuente que en la figuración se practique una economía de medios y una sobriedad formal como la que muestra la pintura de Amadeo Olmos, en la que el único material que se muestra con generosidad es la tela de lino del soporte. Amadeo Olmos es un artista sin pose, un hombre cabal. Conoce bien la actualidad artística pero no vive pendiente de lo que se lleva. Es posible que su libre dedicación docente le libre de los sofocos que la imperiosa aspiración al éxito provoca y, desde luego, le permite Hacer una pintura centrípeta,
sentido común de su autor, un sentido que, a pesar de su nombre, me temo que no les es dado al común de los mortales. Hace casi cuatro años que Amadeo no mostraba sus obras. De aquellas delicadas marinas casi sin agua y de aquellos objetos cortados por los bordes, queda la evangélica parquedad de medios y las figuras descentradas, recurso que se relaciona con el encuadre fotográfico, pero que puede verse, por ejemplo, en Susana y los viejos de Tintoretto (Prado). En la actual exposición de la Galería Claustro, la figura humana es la protagonista, construida con la contención a la que me he referido y no menos contenida en lo que a su expresión se refiere, si hacemos excepción del retrato del escritor Ramón Mayrata. Esa especie de silencio expresivo de las figuras, frecuentemente de espaldas, parece buscar un resultado ambiguo que coloque al espectador en una difícil situación en laq que, realmente, no sabe lo que ocurren el cuadro. Nunca está claro qué es lo que les pasa a esos hombres silenciosos, a esa mujer de espaldas que no sabemos si está en el campo o está mirando un cuadro de paisaje. Si a esta circunstancia de implicación del espectador, que es un claro recurso conceptual, le añadimos la ausencia de títulos o, más bien, la titulacón de los cuadros y de la exposición con esas dos palabras que he robado para titular este escrito, recurso, por otra parte, más propio de la abstracción, hay que suponer que el pintor no quiere dar pistas, que quiere dejar que sea la persona que está delante del cuadro la que le dé vida, argumento y carácter a esa otra persona que se mueve tras un inquietante tallo, a la que se revuelve emulada por un árbol seco, a la que está a punto de ser tocada por una mano de leñosos dedos e inteción dudosa. El poeta Luis Javier Moreno a plasmado en un hermoso poema el pensamiento melancólico y decadente de una de esas figuras, porque precisamente él es uno de los habitantes de ese mundo de luz otoñal creado por el talento poco común de Amadeo Olmos.

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