Una
lección bien grabada
Grabado. V Certamen Nacional
de Grabado, 1998. Casa de los Picos. Segovia.
Hasta el 23 de abril.
Jesús Mazariegos
En La Casa de los Picos
se exponen 48 obras de otros tantos jóvenes artistas seleccionados en el V
Certamen Nacional de Grabado. Esta modalidad artística es una gran desconocida
para el gran público en lo que se refiere a sus técnicas específicas. Todo el
mundo tiene una cierta noción de las distintas técnicas pictóricas pero no
ocurre lo mismo con las modalidades del grabado. El aguafuerte, el linóleo, la
xilografía, la punta seca, la litografía o la manera negra, son nombres poco
menos que enigmáticos para el común de los mortales. El grabado es un procedimiento
que permite obtener una o varias estampas a partir de una matriz. Además de la
primitiva xilografía, donde se talla sobre la plancha de madera, o el
aguafuerte, cuyo nombre alude al ácido que ataca la superficie metálica no
protegida por la línea del dibujo, existe una extensa gama de métodos y
combinaciones cuyo conocimiento profundo es patrimonio casi exclusivo de
quienes los trabajan.
En lo que a emociones
estéticas se refiere, el grabado suele ser más contenido que la pintura, dada
la general ausencia de color y sus limitaciones de tamaño. En el grabado todo
es más concentrado, más matizado, no prestándose a la retórica ni a la grandilocuencia
sino a la palabra escueta y al susurro cercano.
Entre las múltiples
opciones, no sólo técnicas, de esta exposición, no falta la figuración preciosista,
fantástica o no, la abstracción informal o geométrica ni las imágenes cuya
referencia a la realidad es indeterminada. Aquí cada obra permite recibir una
pequeña lección y descubrir un mundo denso e inagotable que consiente y hasta
requiere la cercanía y el silencio. Aquí se permite acercar la nariz a la obra
para inhalar los secretos de ese mundo aprisionado contra el papel. Aquí no
está mal visto pegar los ojos al cristal para percibir las armonías y las
tensiones entre el blanco y el negro, entre el lleno y el vacío, entre lo liso
y lo rugoso, entre lo suave y lo áspero. Observación cercana, discernimiento
silencioso.
Si tomamos una cierta
distancia corremos el riesgo de descubrir aquello que no nos habíamos atrevido
a imaginar, objetos e historias que todos llevamos dentro: el juguete
imaginario de las aburridas tardes de domingo y el envoltorio misterioso que no
depara sorpresa alguna, el personaje doliente y solitario con el que nadie
quiere identificarse, el paisaje inhóspito de tantos sueños repetidos y las
ruinas aprendidas en otras tantas vigilias, la sombra de un desnudo clásico y
la evidencia del monstruo que todos llevamos dentro.
No es cuestión de
elegir pero se pueden sopesar la rotundidad de Laura Lío (primer premio) y el
soberbio radicalismo de Alfredo Rodríguez y Said Rahabi (menciones de honor),
la ironía de Nieves Galiot y la nostalgia antigua de Luis Javier Gayá. Una
fatal atracción ejerce la obra del novel Guzmán Rico, tanto por el refinado
horror de su vertiginosa imaginación como por la claridad y la depuración
técnica de su punta seca. Frente a este planteamiento esencial, otros artistas,
como Juan José Sebastián, prodigan los recursos y buscan nuevos registros
expresivos para el grabado, aportando color y cualidades matéricas propias de
la pintura. Entre ambos extremos queda todo lo demás.
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