CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

lunes, 31 de octubre de 2011

Luis Moro. EL PINTOR ANIMALIER

CRÍTICA DE ARTE El pintor ‘animalier’ Luis Moro. “Tormenta de arena”. Pintura. Galería Claustro. Segovia. Hasta el 18 de enero JESÚS MAZARIEGOS Los animales constituyen desde siempre la temática principal de la pintura de Luis Moro. Hemos visto sus caballos y sus terneras tratados parcialmente con un cubismo particular, semejante pero distinto al que utilizaba Franz Marc, también aplicado a los animales. El hecho de que el cubismo zoológico no sea especialmente abundante se debe a la facilidad que tienen los animales sometidos a un proceso de fragmentación y geometrización para convertirse en monstruos. Moro abandonó la fragmentación cubista a la vez que se acercaba a un tipo de animales a los que se suele calificar de monstruosos sin demasiada propiedad, ya que lo monstruoso es la anomalía de la naturaleza o el ser fantástico que causa espanto. El pintor, consciente de nuestro parentesco con los animales, siempre se ha acercado a ellos con naturalidad y respeto, primero a los vertebrados, mamíferos, anfibios, reptiles y peces, después a los artrópodos, insectos y arañas, equinodermos y celentéreos o medusas. A lo largo de la Historia del Arte, desde los grandes cazadores del Cuaternario y desde los pastores neolíticos de Levante y de Tassili, los animales han encarnado ideas y principios, y se han ido convirtiendo en símbolos. El pez es Cristo, el mono la lujuria, el perro la fidelidad, el ciervo el arrepentimiento, etc. Los animales que Luis Moro ha pintado para esta exposición pertenecen a la escala zoológica menos representada en pintura. Únicamente las moscas, han servido, de vez en cuando, para mostrar la pericia del pintor y confundir al espectador haciéndole creer que se trata de una mosca real, tal como Parrasio confundiera a Zeuxis con una cortina pintada. Luis Moro concede a las libélulas, las hormigas y los escarabajos el protagonismo absoluto de su pintura, pero no son tratados de forma descriptiva, como lo hacen los libros de Ciencias Naturales, ni los representa en su medio natural, sino que hace un tratamiento fundamentalmente pictórico y los asigna una simbología genérica que puede deducirse del título de la exposición y de los últimos párrafos que escribí en el texto del catálogo: “Pero hay una pequeña parte de la especie humana que, de cuando en cuando, necesita organizar reformas a su favor, operaciones de limpieza abrasiva, tormentas de arena que arrastran animales, hombres, mujeres y niños. Con ellos arrastran también la confianza y los últimos restos de la ética. Sobre las dunas que los cubren crece la planta del miedo. Con frecuencia, los niños que juegan en los parques pisan los hormigueros y orinan sobre ellos para demostrar su circunstancial superioridad. A veces las hormigas revientan y los fragmentos de su caparazón se clavan en el pecho de los niños que juegan en los parques. En algún lugar hay alguien que no diferencia a los niños de los gobernantes, ni a los hombres de las hormigas, ni a los muertos de los índices bursátiles. En un hormiguero, en un periódico, en una estadística, en una tormenta de arena o en un cuadro de Luis Moro, siempre veo a la Humanidad”.

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