CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 26 de octubre de 2011

HOMENAJE A JOSÉ MARÍA HEREDERO


Crítica de arte
Homenaje a J. Mª Heredero

José María Heredero. Fotografía. Bar Santana. Segovia. Hasta el 31 de diciembre


Jesús Mazariegos

El Bar Santana hace un sencillo y merecido homenaje a José María Heredero, un fotógrafo de la época en que los fotógrafos sólo eran fotógrafos y no se empeñaban en ser artistas. La cosa está en que ser artista no es una cuestión de empeño sino de serlo o no serlo. He ahí la cuestión. Se puede ser fotógrafo o guarnicionero y  ser artista, y se puede ser pintor y no ser artista en absoluto. José María Heredero nunca se empeñó en que le llamaran artista porque lo era y le bastaba con ser fotógrafo para expresar su arte.
            Buena cosa es que la fotografía, amén de su valor testimonial e histórico, sea apreciada por sus valores plásticos y por el contenido argumental o simbólico que se logra a partir de las imágenes recogidas por el objetivo de una cámara. El objetivo de José María Heredero era viajero, más de cercanías que de largas distancias, viajero y caminante, buscador de luces y penumbras, localizador de figuras poderosas, de paisajes capaces de conmover el ánimo, de anécdotas con miga, de nuevos y definitivos amigos, de despedidas al atardecer y de despertares al alba.
            Pero había una segunda fase en la que Heredero era un maestro y un permanente investigador, el laboratorio. Allí hacía nacer al mundo del papel en blanco y negro, las cosas tal y cómo la cámara las había visto, o bien las sometía a diversos tratamientos y procesos, muchas veces de resultado incierto, llegando a intervenir sobre la imagen, en mayor o menor grado, hasta el punto de crear una nueva realidad que es la que ahora podemos ver en el bar Santana.
            Recuerdo los barrenderos al contraluz de la mañana en la calle Escuderos, un grupo de chopos bajo una especie de aurora boreal provocada, la figura humilde e inmensa de Agapito Marazuela; las gitanas, siempre tan fotogénicas; el anticuario chamarilero o los tratantes bajo el acueducto. Y el paisaje; solitario y sonoro como el del Eresma haciendo ondas concéntricas o con esos paseantes cuya pretendida mimetización otoñal pregona su reciente descanso y no desmiente un encuentro amoroso. O el paisaje urbano de un pueblo andaluz, donde el sol hace brillar el empedrado bajo la cegadora blancura de los encalados muros.
            Esta es una buena manera de recordar a José María Heredero y de honrar su memoria. Pero no es la única. Que cunda el ejemplo.

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