Crítica de arte
¡Que vienen los indios!
José Luis
Saura. Pintura. Bar Santana, Segovia. Hasta el 15 de Octubre.
Al pasar por la puerta del Bar
Santana, hace días que vi de refilón unos cuadros con indios y la cosa me
pareció un poco fuerte; la presencia de esas imágenes potentes e inusuales me
pareció chocante y extraña, me recordaron las carteleras de cine de mi
infancia. Me di cuenta de que ya no hay películas de indios, de que casi
siempre eran los malos de la película, de que los indios de verdad han sido los
grandes perdedores de la historia de Norteamérica y de eso hace muy pocos años.
De modo que empecé a pensar que los
indios estaban ahí con todo derecho y que era mi memoria la que les había abandonado.
Corriendo los tiempos que corren, recordar el genocidio del indio americano y
la desaparición de su cultura, me hace pensar en que la inmoralidad del hombre
blanco sigue intacta; en todo caso más repugnante porque ahora se reviste
cínicamente de ayuda y de liberación.
Esos indios que miran cómo tomamos una
cerveza, son como una denuncia a Occidente, al capitalismo salvaje y ciego que
está cavando su propia tumba destruyendo el planeta. Una de las pocas cosas serias
y coherentes que he leído del mundo del ecologismo es esa famosa y sabia carta sobre
la conservación, de la que no recuerdo los datos pero sí la validez que hoy
tiene. ¿La habrá leído Bush? ¿Sabrá que existe? ¿Sabrá algo de los indios?
Mejor que no, por el bien de los que quedan.
Estoy seguro de que José Luis Saura (Madrid,
1956) no pinta indios porque sí. Él, como tantos, debió captar la injusticia de
las películas del Séptimo de Caballería, donde no quedaba muy convencido de que
los que ganaban fueran los buenos, y se interesó por los de verdad, tan
cercanos aún, que existen fotografías de varios de sus jefes.
José Luis Saura, muestra con la
inmediatez del fotorrealismo, también llamado hiperrealismo –movimiento que
nació en las grandes carteleras de cine- los retratos del jefe cheyenne Dos
Lunas y del jefe sioux Nube Roja. Toro Negro aparece de perfil, hermanado con
el cielo, igual que el guerrero comanche se hermana con el paisaje que está a
punto de dejar de pertenecerle. Logrados son los efectos de luz del perfil del
indio Chipewa, como la escala de grises de la india arikara, como los colores
del guerrero crown a caballo.
A veces, cuando lo que se hace no es
abundar en lo obvio ni insistir en lo evidente ni clavar siempre el mismo
clavo, puede parecer que está uno fuera de órbita, fuera de la moda, fuera de
lo políticamente correcto. José Luis Saura no está marcando los futuros caminos
del arte, pero, en su intempestividad está su oportunidad y su gracia. Su
pintura es un aldabonazo a la conciencia, para quien quiera entender.
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