Crítica de arte
Don Antonio y su Toni interior
TENSIÓN A 2. Esculturas de Antonio Páez Ávila. Casa
de los Picos. Segovia. Hasta el 27 de Marzo.
Cuando Miguel Ángel realizó las esculturas de los Medicis en
San Lorenzo de Florencia, representó la idea neoplatónica de los dos posibles
caracteres del hombre, el vir activus, personificado en Giuliano, y el vir contemplativus, encarnado por Lorenzo.
En la
concepción neoplatónica, Plotino interpretaba que Saturno aportaba la capacidad
de juicio y pensamiento mientras que Júpiter otorgaba la capacidad de acción.
Saturno gobierna la facultad intelectual que rige la comprensión y la
contemplación, mientras que Júpiter significa la vida activa que consiste en
inspeccionar y administrar.
Traducido al
tiempo en que vivimos, estaríamos hablando, por un lado, del artista o del
poeta, y por otro del hombre de negocios.
Antonio
Páez concentra en su persona las dos maneras de ser. Si durante años ha venido desarrollando su lado
jupiterino o jovial, en una carrera meteórica que me hace preguntarme si alguna
vez no le habrá asustado su propio éxito, en ningún momento se ha olvidado del
artista que lleva dentro. Al fin y al cabo, su actividad empresarial se ha
desarrollado sobre la base de sus propias creaciones en el ámbito del diseño.
En este
momento de su vida, momento de plena madurez, se ha decidido a mostrar una
serie de piezas escultóricas que han nacido paralelamente con los diseños
industriales. Ambos tienen el hierro y el acero como materiales principales y,
en más de una ocasión, las esculturas son modulares y se nutren de piezas repetidas
procedentes de los residuos de la industria.
Si el
progresivo minimalismo que se ha impuesto en el mundo del diseño prefiere las superficies
lisas y limpias, las esculturas, quizás por su ascendencia saturnina, prefieren
mostrar los óxidos como signo del paso del tiempo y de la vulnerabilidad
humana; como señal de que nada es inmutable.
Pero en las
obras de Antonio Páez se refleja también el hombre práctico y tecnológico en
las superficies pulidas, en las ruedas, el las tuercas, en la expresión de
tensiones y fuerzas.
En casi
todas las obras hay una constante que se repite y que viene a ser como la firma
del artista. Es la presencia, casi discreta, del color rojo, el cual añade
matices al carácter del vir activus, añade el fuego de la juventud, el impulso
crítico y renovador, y el compromiso ético progresista.
Hay una
obra que es más voluble y menos metálica que las demás; más mineral, más
extendida, más poética. Es la metáfora de la vida escrita sobre la arena, las
huellas de los últimos pasos soportando las pesadas cargas de la existencia. Partir,
dejarlo todo, soltar lastre, liberarse, marcharse tranquilo, ligero de
equipaje.
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