CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 26 de octubre de 2011

Antonio Páez Ávila. DON ANTONIO Y SU TONI INTERIOR


Crítica de arte
Don Antonio y su Toni interior

TENSIÓN A 2. Esculturas de Antonio Páez Ávila. Casa de los Picos. Segovia. Hasta el 27 de Marzo.



Cuando Miguel Ángel realizó las esculturas de los Medicis en San Lorenzo de Florencia, representó la idea neoplatónica de los dos posibles caracteres del hombre, el vir activus, personificado en Giuliano, y el  vir  contemplativus, encarnado por Lorenzo.
            En la concepción neoplatónica, Plotino interpretaba que Saturno aportaba la capacidad de juicio y pensamiento mientras que Júpiter otorgaba la capacidad de acción. Saturno gobierna la facultad intelectual que rige la comprensión y la contemplación, mientras que Júpiter significa la vida activa que consiste en inspeccionar y administrar.
            Traducido al tiempo en que vivimos, estaríamos hablando, por un lado, del artista o del poeta, y por otro del hombre de negocios.
            Antonio Páez concentra en su persona las dos maneras de ser. Si durante  años ha venido desarrollando su lado jupiterino o jovial, en una carrera meteórica que me hace preguntarme si alguna vez no le habrá asustado su propio éxito, en ningún momento se ha olvidado del artista que lleva dentro. Al fin y al cabo, su actividad empresarial se ha desarrollado sobre la base de sus propias creaciones en el ámbito del diseño.
            En este momento de su vida, momento de plena madurez, se ha decidido a mostrar una serie de piezas escultóricas que han nacido paralelamente con los diseños industriales. Ambos tienen el hierro y el acero como materiales principales y, en más de una ocasión, las esculturas son modulares y se nutren de piezas repetidas procedentes de los residuos de la industria.
            Si el progresivo minimalismo que se ha impuesto en el mundo del diseño prefiere las superficies lisas y limpias, las esculturas, quizás por su ascendencia saturnina, prefieren mostrar los óxidos como signo del paso del tiempo y de la vulnerabilidad humana; como señal de que nada es inmutable.
            Pero en las obras de Antonio Páez se refleja también el hombre práctico y tecnológico en las superficies pulidas, en las ruedas, el las tuercas, en la expresión de tensiones y fuerzas.
            En casi todas las obras hay una constante que se repite y que viene a ser como la firma del artista. Es la presencia, casi discreta, del color rojo, el cual añade matices al carácter del vir activus, añade el fuego de la juventud, el impulso crítico y renovador, y el compromiso ético progresista.
            Hay una obra que es más voluble y menos metálica que las demás; más mineral, más extendida, más poética. Es la metáfora de la vida escrita sobre la arena, las huellas de los últimos pasos soportando las pesadas cargas de la existencia. Partir, dejarlo todo, soltar lastre, liberarse, marcharse tranquilo, ligero de equipaje.

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