Martín Traverso
Exposición en Ibiza
Cuando miro la pintura de Martín Traverso (Buenos Aires, 1974), me pregunto qué sentido tiene, a principios del siglo XXI, una pintura que se puede enmarcar en los mismos parámetros de la pintura paleolítica en el sentido de que, como ella, es marcadamente mimética y, como ella, encierra o busca algún tipo de trascendencia.
Si el hombre del cuaternario tenía una sensibilidad especial para captar el gesto y el movimiento de los animales, y los pintaba con el objeto de propiciar su fecundidad, que era el fundamento de la supervivencia del clan, el joven artista argentino, dejando a un lado toda la herencia de las vanguardias, se afana en reproducir fielmente la realidad, no pintando animales ni alimentos que aseguren su sustento, sino caminos de salvación para su espíritu, veredas que faciliten la huida de la vorágine urbana, del conflicto social, de la lucha económica, de la competitividad, del mal llamado progreso.
Martín Traverso pinta, con las reglas de la más estricta perspectiva renacentista, escaleras que invitan a subir, caminos de elevación para el hombre que ha perdido las referencias de su origen y de su destino. Frente a una general ausencia de espiritualidad, Traverso regresa a los orígenes del artista como brujo o chamán y ejerce su labor sanadora proponiendo caminos de salvación para la tribu moderna.
Su fidelidad a la materia y a la forma de los objetos, su elección de los volúmenes puros y limpios de la escultura oriental, indica que está reconciliado con el mundo y que se complace en la mímesis selectiva de lo que en Occidente llamaríamos mundo platónico. Sus obras no reproducen la fugaz apariencia de las cosas ni lo cotidiano ni lo pintoresco ni lo bigarrado, más bien sólo recrean lo silencioso, lo tranquilo, lo armónico, lo pleno.
Y encuentro la respuesta a mi pregunta del principio. La época de las vanguardias empezó su cuenta atrás el día en que Jackson Pollock se estrelló con su viejo Oldsmovil V-8 convirtiéndose en un mito. A partir de entonces, la sociedad fue capaz de asimilar rápidamente aquel movimiento tan radical que fue el Expresionismo Abstracto Americano, el último movimiento estrictamente pictórico. Desde entonces se han sucedido tendencias que han sido asimiladas por la sociedad y engullidas o fagocitadas por el poder, de manera que ya no es posible ser rebelde ni ser trasgresor ni romper esquemas ni ir contra el sistema. Por otra parte, el arte no es un camino de perfección y, a diferencia de la ciencia, no es un saber acumulativo ni está sometido a criterios de verdad o falsedad porque en él no existen leyes inmutables ni teoremas ni principios inalienables.
Así pues, la pintura de Martín Traverso tiene todo el sentido que le da responder a la necesidad social que el artista se plantea. Sus cuadros son una ventana a otro tipo de vida, a otra forma de pensar. Beatus ille, feliz aquel que consiga traspasar esa ventana.
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