CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

viernes, 21 de octubre de 2011

Klaus Ohnsmann.

Klaus Ohnsmann
3 de noviembre de 2005
Galería Nélida
Segovia



         Más de una vez nos hemos preguntado por qué la pintura ha de hacerse sobre un soporte plano y rectangular, generalmente de lienzo; por qué rara vez se integran los métodos tradicionales con los actuales recursos de reproducción y manipulación de imágenes. Del mismo modo, cabe preguntarse por qué los cuadros llevan marco y por qué no tienen más alternativa que estar barnizados o no, que cubrirse con un cristal o prescindir de él.
          Klaus Ohnsmann hace tiempo que debió hacerse estas preguntas y las ha ido respondiendo con una serie de recursos propios que hacen de su obra un referente inconfundible. Teniendo como base una pintura figurativa de depurada factura y variada temática, en la que predomina el paisaje y los vegetales tratados con una sorprendente proximidad, sus aplicaciones sobre planchas de hierro oxidado o sobre soportes curvos y el tratamiento que hace de la superficie pictórica mediante resinas sintéticas, producen un extraordinario resultado de potenciación del color y de todos los matices de la pintura. Así mismo, la corporeidad del soporte, su perímetro a veces curvo o la introducción de nódulos transparentes, provoca otras reflexiones sobre la condición diferenciada de esta pintura y sobre la búsqueda de nuevos esquemas y nuevos géneros en los que ubicar estas obras.

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