CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 25 de octubre de 2011

RECORDANDO A BAIXERAS. vixilato, el tiempo y la marinería


                 Vixilato, el tiempo y la marinería

“El Barco de Baixeras”. Performance y pintura colectiva en la Plaza de San Martín. Segovia. Martes, 9 de mayo.

Jesús Mazariegos

        A veces no sólo interesa la obra sino la acción, el propio acto de pintar. A veces la pintura está en la calle. Las mejores lecciones del arte y de la vida casi nunca se aprenden entre las cuatro paredes de un aula.
        El pasado martes el tiempo era variable. Eran variables el tiempo atmosférico y el tiempo cronológico, transgresor de horarios lectivos, elástico y bergsoniano; tiempos libres, mudables y fructíferos. En la mañana del martes los cambios de clase no se marcaban con un timbre sino que los relojes dosificaban minutos desiguales, fáciles de distinguir, según fueran luminosos, nublados o decididamente lluviosos. Detrás de cada aguacero los charcos reflejaban nubes viajeras y barcos de papel. Había nubes luminosas, nubes opacas y otras con perfil de monstruo antiguo, pero todo el mundo veía nubes convencionales e inocentes, con bordes festoneados como los baberos de los niños. De cuando en cuando, sobre el nítido azul, se pintaba un cielo de aires galaicos, un cielo gris provisional, sin mar en que reflejarse, un cielo agricultor convertido en marinero.
        La Plaza de los desniveles se convirtió en un pequeño mar granítico y abancalado, surcado por barcos meseteños pero con vocación planetaria. Los niños no saben que su barco es el sucesor del Vixilato, el barco en el que Rafael Baixeras guardaba los recuerdos de la infancia. Pero los niños saben que su barco es el homenaje limpio a un artista que todavía sigue enseñando. Los barcos de Baixeras y estos barcos de hoy son la imagen de la libertad, son el autorretrato de la parte más libre y creadora de nuestro ser, son la cara más fresca y esperanzadora de nuestra ciudad. La ciudad del viejo navío varado entre el Eresma y el Clamores se ha ablandado con la lluvia y se ha alegrado con el color.
        El pasado martes Juan Bravo se convirtió en vigía y los alumnos en marinería. El héroe escuchaba el guirigay organizado a sus espaldas y estiraba el cuello para ver la escuadra multicolor reflejada en las ventanas de La Casa del Siglo XV. Era una flota de barcos alegres, desarmados y benéficos, barcos que florecían como nenúfares en el jardín de Monet y que cambiaban de forma con la lluvia. Sus patrones soportaron la borrasca con alegría imperturbable y gobernaron sus naves hasta lograr atracar en el muelle más cercano al Museo de Arte Contemporáneo.
         En la mañana del martes se impartió la mejor lección de pintura, el mejor curso de didáctica, la mejor educación en valores, la más eficaz adaptación curricular significativa. Esta es la superación práctica de la programación y de la teoría pedagógica. Si admirable ha sido la iniciativa y la puesta en práctica de la Escuela de Artes, no lo es menos el gesto de los profesores del Colegio Colmenares, lanzando a la calle-estudio-mar a sus alumnos impúberes, convertidos de pronto en pintores decididos y en marineros audaces. Ellos, unos y otros, nunca olvidarán esta lección ni este día.
        Ahora que estamos en época de vacunas, los pequeños y jóvenes artistas han sido inoculados con la vacuna de acrílico-triple-efecto, a saber: anti-tinieblas, anti-provincianismo y anti-piñón-fijo. Pero queda mucho por hacer. Algún desconocedor de los saludables efectos de la vacuna y, por lo tanto, de su propio desconocimiento, algún ignorante de su propia incultura habrá pensado que esto no tiene sentido, que esto es sólo un numerito.

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