CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 25 de octubre de 2011

Primer Certamen dePintura Rápida de Segovia. UN BUEN COMIENZO


Lo diré pronto. Confieso que lo que más inquieto me tenía y lo que me sigue pareciendo más destacable del Primer Certamen de Pintura Rápida 'Antonio Román', ha sido la exquisita subjetividad (digo bien; aquí no hay objetividad que valga) del jurado, ya que hasta la propia objetividad deja de ser exquisita cuando no lo parece.
El hecho de que los premiados procedieran a Madrid, Galicia, Asturias, País Vasco, Cataluña y Ávila, teniendo en nuestra ciudad no pocos y sí buenos pintores, implica que el jurado encargado de fallar el premio ha usado de su personal y subjetiva visión de forma limpia y clara, no dejándose llevar por viento local alguno. Esto no significa, de ningún modo, que dicho jurado esté formado por hombres desarraigados, carentes de corazón y de alma, desprovistos de segovianismo, apátridas y pervertidos que se inclinan y se deslumbran ante lo foráneo, esta vez procedente de la capital del Estado y de la periferia peninsular. Del mismo modo, quien celebra tal circunstancia, no se alegra por la falta de premios para los pintores locales, más bien se felicita porque sabe el certamen es creíble desde el primer año, desde el primer día. ¿Y si hubieran creído que merecía ganar una obra de un pintor local? Deberían premiarla sin dudar un instante y después afrontar con dignidad los comentarios malintencionados. Pero es mejor como ha ocurrido. Es la mejor manera de empezar. Respecto a que se quede aquí algún premio, todo se andará.
Como pudo verse -no es ni bueno ni malo- hay verdaderos profesionales de los concursos de pintura rápida. Incluso hay un cierto estilo o manera de pintar que se impone en este tipo de concursos. No es menos cierto que la mayor parte de los cuadros premiados cambiaron de manos a cambio de un premio que venía a ser como un precio módico.
Estos pintores son, sin lugar a dudas, unos esforzados del arte y de la carretera, unos embajadores de la amistad, unos esclavos sometidos a esa dama dominante que les proporciona más placer cuanto más dolor les produce. Esa dama que les tiene bien enganchados se llama 'pintura'.
Ellos son como sus cuadros, pintores del montón, dignísimos pintores. Los había con aire monetiano, gordos y barbudos, con el incierto uniforme o sin él, casi siempre sin papeles, con los ojos llenos de colores, de luces y sombras, de sudor y alguna lágrima, de belleza y melancolía.
Su vida y su alma se reflejan en sus obras, sorprendentes y efectistas como el cuadro ganador, con su perspectiva de la sombría Judería Vieja, plácidos y nostálgicos como el de la Puerta de La Fuencisla, abiertos como la amplia visión del Acueducto, luminosos como la vista de Segovia desde la Piedad, delicados o llenos de contrastes, siempre con algo de misterio, siempre con algo por descubrir.
Para la próxima vez, sabiendo ya que la cosa es importante, no fallando la megafonía, podría cuidarse más la presentación de los cuadros al público y decir al funambulista aficionado -ya que no se cayó de morros en el escenario- que eso no se hace cuando se está homenajeando a un pintor que da nombre al certamen y, si así no fuera, tampoco; y que podía haber caído encima de Pilar, de María, de Patricia o de Vanesa, que además de ser damas, guapas y simpáticas, saludaban a un buen amigo suyo, algo mayor, eso sí.

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