CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 25 de octubre de 2011

Begoña Vega. LA TRADICIÓN DE LO NUEVO


Crítica de arte

La tradición de lo nuevo


Begoña Vega. Cerámica y esgrafiado. Sala de exposiciones de la Hostería Ayala Berganza. Hasta el 7 de enero.



          Las salas de exposiciones son ámbitos de cultura y el nacimiento de un nuevo espacio expositivo ha de ser saludado siempre con satisfacción y buenos deseos. Cierto es que hay una distancia entre la galería de arte profesional y los espacios anejos a teatros, entidades financieras u hoteles. En cualquier caso cada uno ha de tener su programa y sólo cabe pedir y esperar una cosa: criterio, criterio, criterio.
          No es mal criterio el seguido por la Hostería Ayala Berganza para inaugurar su nueva sala de exposiciones con una muestra de la artista Begoña Vega que incluye piezas de cerámica, esgrafiado y grabado.
          La cerámica es un arte que requiere el dominio del fuego y del oficio pero es, fundamentalmente, una cuestión de diseño; ahí es donde todo ceramista innovador se la juega y ahí es donde Begoña Vega demuestra que tiene capacidad para crear formas simples y depuradas.
          Cabría distinguir entre las piezas más propias del ámbito alfarero tradicional, es decir, los cacharros, y las que devienen en esculturas de barro o terracotas. En las primeras, Begoña Vega, sobre los fondos tormentosos de platos y fuentes, incluye signos que van desde un árbol hasta grafismos orientales y otros de aspecto más críptico. El jarrón ofrece más campo y más riesgo al diseño de su propio perfil y Begoña demuestra su capacidad creadora en piezas con títulos zoológicos como el depurado Jarrón Mariposa o el más bronco Jirafa.
          En ese campo que nunca se sabe si pertenece al ceramista o al escultor, y que siempre plantea el problema de quién es el artesano y quién el artista, Begoña Vega no se limita a insistir sobre una forma. Así, se aprecia la vocación monumental de Ontubi o la sugerente originalidad de Nao, donde existe una tensión de viento y de vela en trágica contradicción con la pesada rigidez de los materiales, como afirmando la independencia del medio expresivo. En Nubia asoma la mente femenina de la autora, no en delicadas sutilezas como alguien pudiera pensar, sino en esas formas contundentemente ventrales, de embarazo convertido en trasunto áspero de la mujer resumida en una línea curva.
          La magnífica cabeza sin rostro, a pesar de su vocación de equilibrio, está dotada de un dinamismo barroco, helicoidal, basado en su carácter asimétrico que solicita al espectador diversos puntos de vista y le obliga a moverse en torno a ella, descubriendo en su nuca la línea generadora de su propio dinamismo.
          La sala de exposiciones propiamente dicha está reservada a una original especulación sobre formas provenientes de los tradicionales diseños del esgrafiado. A partir de ocho modelos o matrices, Begoña Vega ha realizado una serie limitada de grabados presentándolos acompañados del mismo diseño, en vidrio y en relieve de gres. Los trazados originales van desde la lacería morisca hasta los curvilíneos del gótico tardío, pasando por alguno caprichoso y tradicional. Poco importa que las piezas en no sean, en rigor, esgrafiado propiamente dicho, dado lo realzadísimo del relieve y la técnica empleada, pues se trata de una recreación formal hecha a partir de los diseños tradicionales que cada día vemos en nuestras calles, llevadas a diversos materiales que les confieren un nuevo carácter y sentido. La exquisita presentación del conjunto añade sentido a este homenaje a un arte tradicional que, a la vez, lo resalta y le abre nuevas vías de proyección hacia otros campos.

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