CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

martes, 25 de octubre de 2011

III Concurso de Pintura Rápida de Segovia. CASI TODO A CIEN

 Casi todo a cien

III Concurso de Pintura Rápida de Segovia.


Jesús Mazariegos

          No se puede decir que el Concurso de Pintura Rápida de Segovia sea localista ni que barra para casa. Difícilmente podría hacerse cuando los habituales de este tipo de certámenes son los encargados de la organización y forman parte del jurado. Por otra parte, otros pintores, sean avenidos, vinculados, deudos, parientes, amigos conocidos o enemigos manifiestos, declinan participar, en una decisión tan ética como higiénica.
          De modo que, no es que en Segovia no haya buenos pintores en esto y en lo que no es esto, como alguien pudiera haber pensado al ver que, entre los premiados, no hay un solo pintor residente en nuestra ciudad y provincia. Mucho mejor.
          El espíritu de estos concursos es, precisamente, la relación con nuevas gentes y nuevas tierras, gentes como estos ‘Indiana Jones’ de la pintura que se juegan la vida en la carretera y que, pienso yo, se van, poco a poco, convirtiendo en filósofos, a base de perder cuando más esperanza tenían y de ganar cuando pensaban que el cuadro se torció desde el principio. Pintores del rincón de un pueblo desconocido cuyo nombre quedará vinculado a su vida porque en su currículo pondrá “Segundo Premio de Pintura Rápida de...de donde sea". Pintores de carretera y manta que viven la pintura como una religión, pero tolerante, que se no saben por qué lo hacen pero que no podrían vivir sin hacerlo.
          Y aquí quería yo llegar y aquí se explica el título de este escrito. Excepto los tres primeros premios, los diez restantes que conceden algunas empresas e instituciones, dotados con 600 euros, es decir, cien mil pesetas, teniendo en cuenta que el patrocinador se queda con el cuadro, me parecen ridículos, míseros y vejatorios. Asistiendo a la entrega de premios, sentí vergüenza ajena e imaginé un disimulado rubor en alguno de los que extendían el miserable cheque y se llevaban el flamante cuadro, aunque hubo también quien se mostró ufano y expansivo, como si fuese Lorenzo el Magnífico. Adiviné también un rictus de amargura y de vergüenza en algún pintor que, seguramente se preguntaría “¿Qué diablos hago yo aquí?”
          Por supuesto que no culpo a los bienintencionados patrocinadores, que cumplen unas bases, se atienen a unas normas y, probablemente, no les guste el cuadro que les ha tocado, pero tampoco nos hagamos los inocentes. Estoy pensando en constituirme en patrocinador y mecenas benefactor de las artes para la próxima edición del concurso, pues no veo un sistema mejor para comprar un cuadro por menos de lo que vale. Y además, quedas bien. Desde luego, por más de la mitad de esos diez cuadros, cualquier comprador habría pagado una cantidad superior a la cuantía del premio.
            Quizás es que el premio sólo sea eso, asegurar la venta a un precio estándar, y hay que conformarse, que no están los tiempos para exigir, sobre todo, los artistas. Por favor, que alguien cambie las normas del concurso que, en este sentido, más que barrer para casa, aparva.

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