III Concurso de Pintura Rápida de Segovia.
Jesús Mazariegos
No se puede decir que
el Concurso de Pintura Rápida de Segovia sea localista ni que barra para casa.
Difícilmente podría hacerse cuando los habituales de este tipo de certámenes
son los encargados de la organización y forman parte del jurado. Por otra
parte, otros pintores, sean avenidos, vinculados, deudos, parientes, amigos
conocidos o enemigos manifiestos, declinan participar, en una decisión tan ética
como higiénica.
De modo que, no es que
en Segovia no haya buenos pintores en esto y en lo que no es esto, como alguien
pudiera haber pensado al ver que, entre los premiados, no hay un solo pintor
residente en nuestra ciudad y provincia. Mucho mejor.
El espíritu de estos
concursos es, precisamente, la relación con nuevas gentes y nuevas tierras,
gentes como estos ‘Indiana Jones’ de la pintura que se juegan la vida en la
carretera y que, pienso yo, se van, poco a poco, convirtiendo en filósofos, a
base de perder cuando más esperanza tenían y de ganar cuando pensaban que el
cuadro se torció desde el principio. Pintores del rincón de un pueblo
desconocido cuyo nombre quedará vinculado a su vida porque en su currículo
pondrá “Segundo Premio de Pintura Rápida de...de donde sea". Pintores de
carretera y manta que viven la pintura como una religión, pero tolerante, que
se no saben por qué lo hacen pero que no podrían vivir sin hacerlo.
Y aquí quería yo llegar
y aquí se explica el título de este escrito. Excepto los tres primeros premios,
los diez restantes que conceden algunas empresas e instituciones, dotados con
600 euros, es decir, cien mil pesetas, teniendo en cuenta que el patrocinador
se queda con el cuadro, me parecen ridículos, míseros y vejatorios. Asistiendo
a la entrega de premios, sentí vergüenza ajena e imaginé un disimulado rubor en
alguno de los que extendían el miserable cheque y se llevaban el flamante
cuadro, aunque hubo también quien se mostró ufano y expansivo, como si fuese
Lorenzo el Magnífico. Adiviné también un rictus de amargura y de vergüenza en
algún pintor que, seguramente se preguntaría “¿Qué diablos hago yo aquí?”
Por supuesto que no culpo
a los bienintencionados patrocinadores, que cumplen unas bases, se atienen a
unas normas y, probablemente, no les guste el cuadro que les ha tocado, pero
tampoco nos hagamos los inocentes. Estoy pensando en constituirme en
patrocinador y mecenas benefactor de las artes para la próxima edición del
concurso, pues no veo un sistema mejor para comprar un cuadro por menos de lo
que vale. Y además, quedas bien. Desde luego, por más de la mitad de esos diez
cuadros, cualquier comprador habría pagado una cantidad superior a la cuantía
del premio.
Quizás es que el premio sólo sea
eso, asegurar la venta a un precio estándar, y hay que conformarse, que no
están los tiempos para exigir, sobre todo, los artistas. Por favor, que alguien
cambie las normas del concurso que, en este sentido, más que barrer para casa,
aparva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario